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15 de agosto de 2022

La política de las piaras. By Hernán Andrés Kruse

“En ciertos períodos la nación se aduerme dentro del país. El organismo vegeta; el espíritu se amodorra. Los apetitos acosan a los ideales, tornándose dominadores y agresivos.” (José Ingenieros)

“Cuando un grupo o un pueblo cede en su afán de promover a los mejores, entra indefectiblemente en un tobogán y pasando por los mediocres termina en los peores.” (Jorge L. García Venturini)

EL HURACÁN “CARRIÓ”

Nadie lo duda. Elisa Carrió es un huracán. Cada vez que habla toda la clase política tiembla. La chaqueña posee una rara virtud: dice lo que piensa. A diferencia del resto de sus colegas, no está alineada con nadie. No le rinde, por ende, cuentas a nadie. Ejerce a pleno el derecho a expresar sus opiniones, por más hirientes que sean. Muchos le temen. Muchos la odian. Pero todos la respetan. Con Elisa Carrió no caben términos medios. Jamás pasa inadvertida. Hay quienes creen que es una desbocada, que no mide las consecuencias de sus dichos. Cometen un craso error. Elisa Carrió debe ser una de las dirigentes políticas más inteligentes, frías y calculadoras. Elige el momento oportuno para lanzar el zarpazo y es consciente de las consecuencias de sus palabras. Su ambición es ilimitada, como la de cualquier político que se precie de tal. En las elecciones de 2007 estuvo cerca de lograr la hazaña. El binomio presidencial compuesto por Roberto Lavagna y Gerardo Morales, siempre funcionales al kirchnerismo, le impidió forzar una segunda vuelta. Tiene una gran capacidad de construcción política (el ARI, por ejemplo). Lo notable es que también posee una gran capacidad para destruir lo que construyó (el ARI, por ejemplo). Con una sólida formación académica, es una temible polemista. Petulante y arrogante, se cree superior a los demás. En su intimidad debe sentir desprecio por los Macri, los Alberto Fernández, los Massa, los Larreta y compañía. No así por Cristina Kirchner. A la vicepresidenta la odia visceralmente pero me parece que en el fondo la respeta.

Luego de un tiempo de abstinencia verbal Elisa Carrió habló en el programa de Morales Solá. No dejó títere con cabeza. Dijo la chaqueña (Fuente: Perfil, 9/8/022): “Massa es lo peor de la Argentina, esa Argentina facilitadora de negocios, esa Argentina corporativa, esa Argentina que no tiene sentimientos, ojalá Dios lo perdone pero creo que Massa encarna al príncipe de la mentira y de la amoralidad”. “Antes era militar, pero ahora se produjo un golpe de hecho. Acá tenemos un presidente depuesto. Lo hizo Cristina Kirchner. Lo que el presidente del Senado no puede hacer es presionar para cambiar al ministro. Estamos por legislar lo que significa el golpe de Estado. El presente es un golpe de hecho (…) Con este precedente se puede tumbar cualquier presidente”. “Nadie se dio cuenta de lo que significa el presidente. El PJ, como no puede tumbar a otros, se tumban entre ellos, su esencia es la violencia de hecho. “Ya no voy a revolear ministros”, dijo Cristina”.

“El que cree que Alberto Fernández no se va a cobrar esta, está equivocado. El conflicto al interior del poder sigue. Cristina no asiste, los movimientos piqueteros kirchneristas van a salir a la calle contra Massa, y el programa de ajuste contra la clase media es tan fuerte…que a la gente no le alcanza”. “Cuando yo lo vi a De Mendiguren, vi devaluación asimétrica. Y es muy posible que se hayan pagado enormes coimas por la devaluación asimétrica. De Mendiguren es un lobista de empresarios ricos con empresas pobres. También tiene la energía, con Vila y Manzano. Es imposible que Massa no sea rico”.

Qué duda cabe que acaba de producirse un golpe palaciego encubierto. Un sector del gobierno, encabezado por Cristina y secundado por Massa, se adueñó del poder. Pero a diferencia de un golpe palaciego clásico, en esta oportunidad Alberto Fernández no fue depuesto sino que quedó reducido a la categoría de presidente formal. Pero Cristina y Massa no actuaron solos. Detrás de ellos movieron los hilos poderosos empresarios vinculados estrechamente con el tigrense, como De Mendiguren, Vila y Manzano. De Mendiguren fue ministro del presidente interino Eduardo Duhalde y fue el ideólogo de la pesificación asimétrica, en virtud de la cual fueron licuadas las deudas en dólares contraídas por poderosos grupos económicos, entre ellos el Grupo Clarín. Por su parte, el ex ministro del interior de Menem pasó a la historia al pronunciar aquello de “yo robo para la corona”. Aunque parezca mentira, hoy la Argentina está en manos de esta gente.

Por último, Carrió embistió contra Vidal, Ritondo y Frigerio: “En el gobierno de María Eugenia Vidal, la amistad y eventuales negocios entre Ritondo y Massa eran absolutos. Lo que vi en la Cámara, Massa con Monzó, que son íntimos amigos, jugando directamente con el massismo y ahora también es escandaloso. Lo de Frigerio con Massa, apoyando a todos los candidatos massistas en las provincias y denigrando a los candidatos de JxC en las elecciones presidenciales de 2019 lo vi yo y se lo dije a Macri”.

El miércoles 10 Carrió redobló la apuesta. En diálogo con Radio Mitre expresó (Fuente: Clarín, 10/8/022): “Vamos a ser (en referencia a la coalición opositora) lo que decimos que somos o vamos a estar engañando a la sociedad”. “Tenía que callar en pos de la unidad. Yo siempre dije la verdad y eso me costó la familia, los bienes, la difamación, la humillación. ¿Yo a quién le debo? ¿Me debo a la unidad de Juntos por el Cambio o a una pequeña porción del pueblo que quiere saber la verdad?” “¿Me piden que me retire de la política? Yo ya estoy retirada, ya dejé cargos. ¿Me piden? Lo hago, pero todos saben que estoy diciendo la verdad. ¿Por qué lo digo ahora? Porque todavía tenemos tiempo de tener la unidad en serio, con gente decente. Yo la quiero mucho a Patricia (Bullrich), los quiero mucho a todos, pero esto no se trata de cariños. Se trata de una cuestión de purificación, de limpieza”.

“Yo me puedo ir de la política, porque de hecho no tengo cargos, pero lo que no me pueden pedir más es que le mienta a la sociedad. Yo me voy a ir con la conciencia tranquila”. “Yo no pido ningún cargo, no compito con nadie. Ahora, que me pidan renunciar a la verdad y que en tiempos electorales me digan que soy la reserva moral… Si soy la reserva moral de la Nación, entonces tengo que decir la verdad. No se va a romper la unidad, en todo caso me retiro yo y que quede la Coalición Cívica, pero no voy a mentir”. “¿La sociedad debe saber las discusiones morales internas? Yo creo que sí. No comparto una coalición en la que no se dice la verdad, la autenticidad ha sido mi característica. Yo no voy a ser presidente no porque no vaya a gobernar bien, sino porque nadie en la Argentina quiere un presidente absolutamente decente porque se elimina la SIDE, se terminan los negociados. Por eso me vetaron”.

“¿Saben el dolor y la impotencia que a mí me causa ver el doble discurso? Yo vi garantizar la impunidad de muchísima gente de la Justicia metida en el narcotráfico en la provincia de Buenos Aires”. “No me voy a ir de la política sin decirle la verdad a la sociedad. Ellos tienen que tener un solo discurso. Todas las declaraciones que hoy veo no son las que yo tuve por teléfono ayer. Hablé Con Macri y me dijo que lo estaban presionando y me dio la razón de que quien lo hace es el ex presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó”. En su libro Macri dice que el gran error fue darle al ex ministro del Interior Rogelio Frigerio el fondo de infraestructura y el manejo con los gobernadores, y darle a Monzó la presidencia de la Cámara. No lo digo yo ahora”.

Carrió emplea dos palabras que, en política, pueden provocar estragos: “purificación” y “limpieza”. Cuando el general Jorge Rafael Videla asume en marzo de 1976 como presidente de facto habla, precisamente, de la imperiosa necesidad de purificar a la sociedad, de curarla de esa grave enfermedad que era la demagogia populista. Fue la manera elegida para legitimar el terrorismo de estado. En Alemania un megalómano como Adolph Hitler habló de la necesidad de purificar a la sociedad alemana y ejecutó el plan de exterminio más atroz de la historia universal. Por supuesto que Carrió no se puede comparar con estos personajes. Pero autoproclamarse “la reserva moral de la república” no es conveniente. No lo es porque Carrió lejos está de ser la Madre Teresa de Calcuta. En consecuencia, carece de autoridad moral para levantar la bandera de la pureza política. Además, la política y la pureza son antagónicas. Carrió lo sabe muy bien. Ella es consciente de que el hombre es, como lo sentenció Thomas Hobbes, un lobo para sus semejantes y que el poder es la pasión más poderosa que anida en su interior. Ella es consciente de que la política y la moral, como sentenció Nicolás Maquiavelo, son antagónicas. En consecuencia, pretender, como lo hace ella, una política virtuosa, ejecutada por hombres y mujeres puros, es una utopía. La política es sinónimo de lucha y conservación del poder. Punto. Así lo enseña la historia universal. A lo que sí se puede aspirar es que los actos de corrupción y los crímenes cometidos por los gobernantes no queden impunes. Nada más. Pero también nada menos. Pero corrupción y crímenes siempre estarán presentes en el mundo de la política.

ALBERTO NO SE APARTA DEL RELATO

En un acto celebrado en Lomas de Zamora, el presidente expresó (fuente: Perfil, 9/8/022): “Ayer hablábamos con Sergio (Massa) y los dos estábamos de acuerdo en una idea: en el transcurso de esta semana vamos a convocar a empresarios y sindicalistas de la Argentina a una mesa para marcar una hoja de ruta para alinear precios y salarios por 60 días para que los argentinos dejen de padecer la inestabilidad que hoy viven en materia de precios”.

La pregunta que cabe formularse es la siguiente: ¿Alguna vez funcionaron los acuerdos de precios en nuestro país? El 20 de marzo de 2013 Ariel Riera publicó en Chequeado un artículo cuyo título es precisamente la pregunta recién formulada. En febrero de ese año el gobierno de Cristina Kirchner había comenzado a implementar el congelamiento de precios de productos de la mano de Guillermo Moreno, hoy en el ostracismo político. En su nota el autor rememora los congelamientos de precios que tuvieron lugar en nuestro país a partir de la llegada de Perón al poder.

“En la Argentina, históricamente, hubo distintas formas de implementar los acuerdos de precios. En 1952, el gobierno de Juan Domingo Perón lanzó un plan de estabilización, en el marco del Segundo Plan Quinquenal. El objetivo principal era la reducción de la inflación y la recuperación del saldo positivo en la balanza comercial. Las principales medidas consistieron en la creación de la Comisión Nacional de Precios y Salarios, en el control de precios y en la extensión de la duración de los convenios colectivos de trabajo. Se ligaban, además, los aumentos en las remuneraciones con los incrementos en la productividad del trabajo, se practicaba una política de contención del gasto público y se estimulaban la producción y las exportaciones agropecuarias, y la inversión extranjera”, detalla el historiador y economista Mario Rapoport en su libro “Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003)”. De acuerdo al mismo autor, “la adhesión al gobierno por parte de los sindicatos y la de los trabajadores en general, explica en gran medida el éxito del Plan. El objetivo de contener la inflación fue alcanzado prontamente. También disminuyó la deuda pública”.

“El historiador británico especializado en historia política argentina, David Rock, coincide en la existencia de logros, aunque los matiza: “El Plan Quinquenal de 1952 tuvo sólo un éxito parcial y de corta vida. Durante un breve período frenó la inflación, restauró la balanza de pagos y estimuló un moderado índice de crecimiento. Pero no logró resucitar la agricultura”.

Más adelante, el autor destaca las siguientes reflexiones de Carlos Leyba, quien fuera subsecretario general del Ministerio de Economía y vicepresidente ejecutivo del Instituto Nacional de Planificación Económica durante la tercera presidencia de Perón. En diálogo con Chequeado.com repasó los controles de precios realizados a partir de la presidencia de Illia. Afirmó que el sistema de concertación de precios y salarios comenzó en realidad a partir de Cámpora. “El acuerdo logró una estabilización de precios muy exitosa y sin desabastecimiento hasta diciembre del año 73, cuando se produjo la crisis del petróleo. El asesinato de Rucci debilitó el liderazgo sindical del acuerdo. La muerte de Perón debilitó el liderazgo político”.

“En 1977 el ministro Martínez de Hoz impuso una tregua de precios por cuatro meses y una reforma financiera que “consistió básicamente en una desregulación del sistema y una eliminación de los techos a las tasas nominales de interés (De Pablo). Al finalizar la tregua, la inflación volvió, aumentaron las tasas de interés y se produjo una recesión”.

“En 1985, el gobierno de Raúl Alfonsín intentó aplicar una medida de este tipo dentro del Plan austral. “Combinó medidas monetarias y fiscales con un congelamiento de precios y salarios y un sistema de conversión de los contratos de deuda relacionado con la reforma monetaria”, según un documento de la CEPAL de 1986. Según Alberto Tarantini “El Plan austral, si bien estuvo correctamente diseñado, no contó con el apoyo de los sindicatos y además enfrentó una evasión fiscal rampante”.

“La medida llevada a cabo en 2006, bajo la presidencia de Néstor Kirchner”, afirma Riera, “es una de las que se mencionaron como exitosas en el debate actual. Artemio López, director de Equis, consideró que “mediante el acuerdo de precios, se logró que el índice inflacionario de 2006 bajara al 9,8% anual, 2,5 puntos por debajo del nivel del año anterior, y muy especialmente se detuvo drásticamente el aumento de la canasta básica de alimentos que cayó 20 puntos en un año”.

Emerge en toda su magnitud el cariz ideológico del tema. Para los economistas liberales todo acuerdo de precios y salarios está condenado al fracaso, mientras que para los economistas heterodoxos es una eficaz herramienta de combate a la inflación. Alberto Fernández está de acuerdo con éstos. El problema es que el presidente carece de un valor fundamental para llevar a la práctica un acuerdo semejante: credibilidad.

En el mismo acto proselitista el presidente se refirió a la inflación. “El mundo vive una inflación inesperada y a nosotros nos pega más fuerte por nuestra historia inflacionaria, pero recuerden que heredamos un gobierno con 54% de inflación, para que lo recuerden”. “Tenemos que hacerle frente a este problema, es uno de los que más preocupa a los argentinos y argentinas, y que más preocupa al presidente. El presidente quiere que desaparezcan los especuladores, no queremos que ganen plata, sino que ganen lo justo. Nadie se desarrolla en una sociedad en donde nadie se desarrolla, no estamos dispuestos a que eso se consolide”.

Al día siguiente (jueves 11) el presidente volvió a hablar sobre este flagelo en la localidad chaqueña de Villa Angela: “Conozco el problema, no me desentiendo. Argentina está creciendo y debemos resolver ese problema como sociedad para que el crecimiento sea equitativo” (fuente: Perfil, 11/8/022).

Horas más tarde el Indec dio a conocer la inflación de julio: 7,4%. Se trata del porcentaje inflacionario mensual más alto de los últimos veinte años. ¿Alguien con un mínimo de sentido común puede creerle al presidente cuando afirma que estamos creciendo? Con semejante porcentaje en julio lo más probable es que a fin de año la inflación anual supere los tres dígitos. En consecuencia, el poder adquisitivo del pueblo será en ese momento mucho más bajo que el actual. Además, el presidente insiste con el relato según el cual los responsables de la inflación en Argentina son los especuladores y la inflación mundial. Se niega, pues, a reconocer que la inflación es un problema monetario. Pero si lo hiciera automáticamente estaría aceptando la responsabilidad del gobierno, lo que implicaría un costo político inaceptable para el FdT.

LUCIANI Y LOS PLANTEOS EN SU CONTRA

El fiscal rechazó este viernes (12/8) los planteos de recusación en su contra hechos por las defensas de los acusados en el juicio por la obra pública. Dijo Luciani (fuente: Perfil, 12/8/022): “Se deben rechazar in limine, no hay nada que ponga en riesgo mi parcialidad”. “Me recusan por considerar que me une una amistad con el Dr. Giménez Uriburu que hubiera provocado temor de parcialidad. La circunstancia de coincidir en una actividad deportiva, académica, no es motivo de recusación. La ley no lo contempla”. “Hay un inusitado ataque de un sector mediático y político hacia mi persona, mi familia y el doctor Mola”. Se trata de “un intento para desacreditar nuestro trabajo con elucubraciones falaces” y para “ejercer presión sobre cualquier aspecto de mi vida ajeno al ámbito procesal”. “No tengo un interés personal en la causa ni animosidad contra ninguna de las partes”.

Seguramente haya un intento por parte de la defensa para desacreditar el trabajo del doctor Luciani. ¿Pero qué esperaba el fiscal? Es la parte acusadora de la que sea probablemente la causa por corrupción más relevante del siglo XXI. Enfrente tiene nada más y nada menos que a Cristina Kirchner, una dirigente acostumbrada al barro de la política. Reitero: ¿qué esperaba el doctor Luciani? El fiscal está protagonizando un juicio que quedará registrado en los futuros libros de historia y de derecho procesal-penal. Si finalmente Cristina es condenada su nombre-el del fiscal-también quedará registrado en esos libros. Era obvio que Cristina aprovecharía cualquier “desliz” para atacarlo con munición gruesa. Y Luciani no hizo más que servírselo en bandeja. Qué mejor regalo para Cristina que las fotos publicadas por Página/12 donde se los ve al fiscal y al juez del tribunal jugando al fútbol con el ex presidente. El fiscal dejó de ser creíble. Perdió la cualidad esencial de todo fiscal: la imparcialidad. A partir de ahora pasó a ser el fiscal amigo de Macri. Lo mismo cabe decir sobre el doctor Giménez Uriburu. ¿Será, como sostienen algunos, que Cristina ya está condenada?

Hernán Andrés Krus

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