9 de marzo de 2019
“La experiencia policial fue parte de mi propia historia de salvación”
El seminarista José Pedraza recibirá el diaconado el próximo 8 de marzo a las 19 en la Iglesia Catedral de Nueve de Julio. Durante la ceremonia recibirá la sagrada orde-nación a través de la imposición de manos del obispo, Monseñor Ariel Torrado Mosco-ni.
José Pedraza fue policía. Estudió en la Escuela Rosendo Matías en la ciudad de La Plata. Al recibirse en 2007 se desempeñó durante tres años como miembro policial del Grupo de Apoyo Departamental (GAD) en Pehuajó. “La experiencia policial fue maravillosa. Fue parte de mi historia de salvación”, aseguró el joven seminarista de 31 años, oriundo de Henderson.
Reconoce que allí aprendió “sobre el compromiso, la responsabilidad y sobre el mundo de la calle…Dios me regaló este tiempo para crecer en muchas cosas. Aún hoy escucho un móvil y me pongo como loco (sic) porque el uniforme me llama… Pero no dejé la policía porque no me gustó sino porque tuve un llamado mucho más pleno”.
El cambio radical fue y es aún difícil de explicar. Y para muchos de comprender. “Parece incomprensible pero, en esencia, los dos cuidan. La función del policía es proteger al ciudadano y a la comunidad. La del sacerdote, cuidar y velar por los fieles y por los más débiles”.
Con trabajo, pareja y el proyecto de emprender una familia a futuro, el policía atravesó dimensiones que parecían irreconciliables. Y pocos meses después, en 2011 ingresó al seminario de Mercedes para reemplazar definitivamente su habitual uniforme de agente de seguridad por las vestiduras sacerdotales.
El futuro servidor de la Iglesia sabe bien donde está parado y comprende la reacción de los otros. “La gente queda con la boca abierta y me interroga:¿Cómo? ¿De cana a cura? ”, sonríe con un gesto de afabilidad.
El choque de los dos mundos hacen inevitable preguntarle cómo es posible amalgamar la violencia, la inflexibilidad y la justicia terrenal con la misericordia y la compasión. “Detrás de cada persona hay una historia, hay una vida (no defiendo los hechos delictivos) pero sí hay que tener en cuenta el contexto. Esa es justamente la mirada distinta que uno tiene como hombre de Dios que como policía no se tiene”.
“Hay que tener una visión de toda la circunstancias de la persona humana. No hay que concentrarse sólo en el hecho. Perdón, en el pecado”. Así rápidamente se corrije tras advertir que en su vocabulario todavía quedan rastros de la jerga policial.
Indudablemente su formación y experiencia previas dejan huellas indelebles. Tal vez esa es justamente la causa que sienta que su misión pastoral deba volcarse al mundo de las patrullas, de las armas y de las esposas. “El ambiente policial es un poco complicado - reconoce-. Allí no se habla ni de Dios ni de la Virgen. Por eso me encantaría hacer un trabajo conjunto con la policía. Estuve del lado de adentro y sé lo que viven y tengo sus mismos códigos. Me gustaría acercarme con una mirada consoladora y conciliadora. Una mirada de fe y una mirada trascendental ayudaría mucho en policía”, agrega.
Sabe a ciencia cierta que la tarea no será fácil en muchos aspectos y que tal vez, por ejemplo, deberá enfrentarse como sacerdote a alguien que él mismo apresó. El miedo no lo amedrenta. Ve, en cambio, a esa hipotética circunstancia como un verdadero desafío para servir a los hombres, aunque de un nuevo lugar. “Estaremos atentos, estaremos a la escucha”- agrega espontáneamente para luego retractarse una vez más por los rastros que quedaron del hombre de ayer.
José tiene la convicción que “cuando uno encuentra el camino que Dios tiene planeado para él se logra la felicidad plena”. Por eso aguarda con entusiasmo el próximo 8 de marzo en que será ordenado como diácono, un paso intermedio hacia el sacerdocio y cuyo finalidad principal es el servicio a los más necesitados de la sociedad.
Pero cuáles son sus expectativas para esta nueva forma de vida. José lo resume así: “Siento un llamado especial, como dice nuestro querido Papa Francisco, por las periferias geográficas y existenciales. Mi carisma es/quiero salir al encuentro de todas las personas, con mi alegría y mis palabras, con mi experiencia de vida y con mi acción. Jesús nos espera en el anciano, en el enfermo, en el pobre, en el niño y en el joven. Y yo quiero ir, como parte viva y presente de la Iglesia, hacia todos ellos”.