Miercoles
16 de Julio de 2025
5 de febrero de 2015
Las circunstancias de las últimas semanas expusieron las miserias de Cristina Kirchner y los suyos. Pasaron de ser los más acérrimos defensores de los Derechos Humanos a lanzar acusaciones sobre la supuesta relación personal del fiscal Alberto Nisman con Diego Lagomarsino, como si nosotros tuviéramos que conjeturar sus relaciones personales con Amado Boudou, Axel Kicillof o algún otro joven funcionario cool. Dicen que en los momentos críticos es donde se evidencia la verdadera naturaleza de la gente y eso está pasando con el gobierno.
El sábado pasado, todavía asombrado y dolido por la triste noticia de la muerte del economista y periodista Tomás Bulat, estaba mirando en la tele el programa “Visión 7″, un programa con un excelente periodista como Pedro Brieger, pero con una línea editorial que parece una cargada, un programa que habla de las bondades de Venezuela e Irán y critica el “imperialismo Yankee”, olvidándose que, por sólo nombrar un ejemplo, ahora somos socios de Chevron.
Lo que ocurrió fue que durante un informe, el locutor del programa le envió un respetuoso saludo a la familia de Bulat, en ese instante, cuando la cámara enfoca a la conductora, Telma Luzzani, se la ve a ella poniendo una cara de asco y desprecio muy llamativa ante las palabras de su compañero locutor. Esa paupérrima situación me hizo un click y pensé en lo que representaba aquello, representa odio, “ellos”, sin querer o con intención, emanan odio.
Siguiendo por ese pensamiento enseguida recordé algunos episodios que me hacían confirmar mi reflexión. El primero fue el increíble tuit de Alex Freyre a horas de la muerte de Nisman, que decía “Si la tocan a Cristina #telodijimos”. Ni hablar de lo que genera Luis D’Elia cada vez que abre la boca.
Pero cuando todavía no me había repuesto de todas estas manifestaciones de odio, vi algo que me dolió, que me dejó shockeado, una imagen que simboliza mucho más de lo que parece a simple vista, el payasesco Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, rompía hojas del diario Clarín. Más allá del periódico que sea, lo de “Coqui” fue sumamente violento, intolerante, fue un claro ataque a la libertad de expresión. Fue una dura expresión de odio.
Ni Néstor Kirchner podría imaginarse un final así, porque a pesar de su “pasión recaudadora”, como dice Jorge Asís, el ex presidente tenía una visión política con sentido común, Néstor no comía vidrio. Por eso, como se conoció durante estos días, él jamás habría avalado negocios con Irán, para él el país árabe y Venezuela eran aliados “estratégicos”, una caja para usar.
En cambio Cristina comenzó a pecar de soberbia, se encargó de destruir todo lo que pudo haber construido Néstor y su gobierno nos dejará un duro legado, el odio, eso es lo que el cristinismo representa, porque ni la presidenta ni los que la rodean pueden aceptar terminar así, algunos de ellos saben que indefectiblemente solo les queda la cárcel y a otros les queda el dolor de ya no ser, como dice el tango, y el temor de que los persigan como ellos persiguieron a todo el mundo estos doce años.
En un país que sufrió y todavía pagas la consecuencia del odio, es inaceptable que esto continúe y será quien venga el que tendrá que trabajar para terminar el odio que es lo que heredaremos este nefasto gobierno.
Dirigente de Peronismo Para Todos - Universidad Para Todos
Partido Acción Común
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