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13 de enero de 2014

Adiós al pelo en pecho: el tabú de la depilación masculina

Lo que durante años fue, y sigue siendo, fuente de dolor para las mujeres se convirtió en un hábito entre los hombres, que se animan por comodidad y estética. Sí, estamos hablando de la ya no tan temida depilación.

En tiempos en los que la igualdad de los sexos es, al menos en teoría, un paradigma indiscutible, se da una curiosa paradoja: los hombres comenzaron a adoptar prácticas que las feministas -pero no solo ellas- siempre rechazaron. La depilación es una de esas. Las tapas de las revistas y publicidades muestran torsos desnudos completamente libres de pelos. Ni rastro del "hombre de pelo en pecho" como sinónimo de hombría. No hay vello en los brazos, ni en las piernas ni en la cara. Ahora, parece, son más valientes quienes se animan a la cera, o a la depilación definitiva, sin importar los tirones ni el qué dirán de aquellos poco acostumbrados a estas prácticas ¿metrosexuales? "Yo me recorto en la zona genital con una rasuradora eléctrica, tipo barba de tres días. Es más higiénico, más estético y a mi esposa le gusta. Y también si la naturaleza no te dio un tamaño razonable, te ayuda a agregar algún centímetro: el viejo truco de los actores porno", reconoce Fernando, un chef de 42 años. Y no es el único que dice que la higiene y la estética son algunas de las motivaciones por las que prefiere controlar sus vellos. Federico, de 24 años, acuerda con que recortar los vellos de la zona púbica es lo mejor. "Pero depilarme el pecho, no, ¡duele mucho! Y las piernas, no hay necesidad", acota. Pero ¿desde cuándo la gente se depila? ¿De dónde viene esa práctica que las mujeres asumen casi con naturalidad, y hasta sumisión, y muchos hombres adoptan con ganas? Ya en el año 1500 a. C. las mujeres egipcias se depilaban usando sangre de animales, caparazones de tortuga y grasa de hipopótamo, dice el papiro de Ebers, un documento egipcio de medicina y magia. Si bien los conceptos de belleza son diferentes en las distintas culturas, parece que una piel tersa, suave y sin vello ha sido una preocupación constante en la mayoría de los pueblos. "En la cultura musulmana, según el Sunnah, hombres y mujeres deben depilarse para mantener su cuerpo limpio, por lo que, sobre todo, las mujeres se depilaban el pubis y las axilas con la técnica del hilo. Esta práctica se extendió a la India, África y otras regiones bajo influencia del islam. Durante la época prehispánica, muchos pueblos practicaban el afeitado. Los aborígenes argentinos que se depilaban eran los puelches, tehuelches, araucanos y abipones. Fueron llamados 'frentones' por los españoles porque se depilaban el vello del rostro hasta la mitad de la cabeza, incluidas las cejas y las pestañas", explican los autores del ensayo La depilación femenina, sus orígenes y desafíos para el siglo XXI, de la Universidad Autónoma de Madrid. La maquinita de afeitar, creación de un barbero francés, apareció a mediados del SXVIII. La cera, el método más usado hoy, comienza a difundirse en la década de 1920. ¿El último avance? Depilación definitiva. Si bien es común entre deportistas -especialmente nadadores y ciclistas-, la depilación masculina hoy se ve potenciada por las imágenes de hombres ideales que imprimen los medios de comunicación. Un Cristiano Ronaldo lampiño, un Ryan Gosling con pectorales brillosos. Pero ¿qué buscan los hombres reales cuando se depilan? "Creo que hay dos tipos de hombres -explica Sergio Korzin, al frente de la clínica de estética Lasermed-. Los que no buscan depilarse totalmente, sino solo reducir el vello excesivo en hombros y espalda, y evitar, por ejemplo, romper el cuello de las camisas, son quienes empezaron a acercarse desde que apareció la depilación médica láser; y los más jóvenes, que buscan básicamente comodidad: olvidarse de la barba, el bigote y los molestos pelos en la espalda, de manera definitiva. Eso es algo que tiene mucho valor". La percepción femenina también forma parte de este cambio cultural. Son muchas las mujeres que prefieren a los hombres lampiños naturales o por obra y arte de los métodos depilatorios. "Yo soy re pro depilación y re pro recorte en zona genital", dice Roxana, de 35 años, que es empleada administrativa y está de novia desde hace poco tiempo. Paula, madre de hijos adolescentes, casada desde hace veinte años, reconoce que no hay nada mejor que tener sexo con un hombre sin pelos. "Es mejor porque se siente el contacto directo piel a piel y es más higiénico, el sexo oral es más placentero". Entre los hombres que se depilan por necesidad -y lo ocultan- y hombres que lo hacen por elección -y lo ostentan- están quienes se resisten, claro, a la espera de que la moda pase y los pelos recuperen su buen marketing. Y cada tanto lo recuerdan a Steve Carell en aquella escena antológica de Virgen a los 40. El grito de dolor del buen hombre ante el tirón de cera alcanza para no caer en la tentación.

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