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6 de marzo de 2022

César Tapia, el comunicador que es feliz cuando logra ponerle voz a su querido pueblo de Las Toscas y a las mejores tradiciones rurales

Cuando alguien se lo cruza por la calle y le grita “Hola Chavo”, es porque lo conoce de Las Toscas, su pueblito de 450 habitantes. Allí se crio César Tapia, si bien nació en Carlos Casares. Queda sobre la ruta 70, en el partido de Lincoln, provincia de Buenos Aires.

En cambio, cuando le gritan “Hola Charro”, es porque a César lo conocen de Buenos Aires, adonde se vino a estudiar locución y se quedó para siempre. Lo de Chavo es porque en su pago usaba una gorra similar a la del Chavo del Ocho. Y un amigo, que es hincha de River, le puso “Charro” en Buenos Aires porque decía que se peinaba como el jugador Charro Moreno.

César Tapia es un acuariano cuarentón, muy querido por sus amigos, que no tiene malos días, como dicen en el campo, Anda siempre de buen humor, solidario con las causas personales y sociales y lo único que lo rebela es la injusticia. 

Cuenta este afamado locutor, periodista agropecuario, conductor de programas televisivos y de muchas fiestas populares del país -como la Fiesta del Girasol en Carlos Casares o el Carnaval de Lincoln- que es en la radio donde mejor se siente. Sus primeros pasos en la televisión, de todos modos, fueron como cronista de Infocampo, en Telefé. Hoy es columnista de La Hora del campo en Continental, los sábados, que conduce Alejandro Cánepa. También allí conduce el programa Gira Continental los sábados a medianoche. Forma parte de CNN Campo que conduce Martín Melo. Es conductor alternante en el programa Fiestas Argentinas, de Canal 9, y se la pasa cubriendo eventos agropecuarios y de folklore por todo el país. Trabajó en TeleNueve Federal y en País Federal, en la TV Pública

César divide su vida en dos: su crianza campera en Las Toscas, hasta sus 19 años, y luego, su vida de conductor y periodista en Buenos Aires hasta hoy. Durante toda su vida profesional ha tratado de ejercer sus tres pasiones: el agro, el folklore y el turismo.

Su padre había sido peón rural y después trabajó de “catango” ferroviario, ese oficio de andar con el pico y la pala manteniendo las vías de los trenes. Recuerda César que vivieron 10 años en una casita de chapa al lado de la estación de Las Toscas, que temblaba cuando pasaba el tren. Cuando clausuraron ese ramal, su padre se quedó sin trabajo y se puso a entregar combustible por los campos, en camión. 

César abrazó las costumbres camperas desde chico porque en Las Toscas había un matrimonio que no tenía hijos y se encariñó con él. El hombre era el presidente del centro tradicionalista El Talero y desde que él tuvo apenas 8 años, lo pasó a buscar y lo llevó al campo todos los fines de semana. Allí comenzó su amor a los caballos, tanto que hasta fue jockey de cuadreras durante un tiempo, porque después creció demasiado y no daba con su peso, aclara.

Ese hombre, Don Atilano Modesto Colmenero, al que le decían Batistín, además lo impulsó a bailar folklore. Los primeros años aprendió con Juan de los Santos Amores, en el IDAF, el Instituto de Arte Folklórico, de lo que le quedó una gran habilidad para las danzas nativas, si bien no terminó el profesorado.

Cuando fue adolescente ya empezó a hacer changas y de noviembre a enero se iba a trabajar en la miel con Carlos Santana, que tenía colmenas en La Pampa. Aprendió a alambrar y demás oficios rurales que le gustaban cada vez más. De adolescente empezó a hacer “yunta” de yerra y se iba con sus amigos a ganar el mango a las estancias. Por ejemplo, hizo “rollos” en la “13 de Abril”.

“Cuando vivíamos en la casa de al lado de la estación, todos los sábados cargábamos los vagones de hacienda con destino a Liniers. Y estibábamos bolsas que ni te cuento cómo, después, me dolía la cintura”, dice. 

César reconoce que a duras penas terminó los estudios secundarios. “Pensé que no estudiaría más y me dedicaría a los oficios del campo. Pero resulta que yo había ido a estudiar el secundario al pueblo vecino, Martínez de Hoz, donde hoy vive mi madre, porque en Las Toscas no teníamos colegio. Y la directora de mi colegio, María Inés Costa, luchó y luchó para que tuviéramos uno, hasta cuando yo terminé mi secundario, lo logró. Y un día se fundó en la vieja estación abandonada del tren de Las Toscas, como Escuela Agraria Número 2 “Las Toscas – Carlos Salas”.

“En ese tiempo yo inauguraba en el pueblo, con un amigo, una radio, FM 97.1, porque además de mis changas rurales venía haciendo la locución de los actos del colegio y del pueblo, cosa que me gustaba mucho. Al año, la directora Costa, me avisó que me había anotado para estudiar la carrera oficial de locución en Buenos Aires. Me entusiasmó, pero cuando hice los cálculos con mis padres, nos dimos cuenta de que no podrían mantenerme allá. Entonces decidí trabajar todo un año para ahorrar hasta que logré venirme a Buenos Aires. Me recibieron dos amigos, hermanos entre sí, oriundos de Martínez de Hoz: Gustavo y Sergio Ferreras. Los nombro porque me ayudaron mucho”, cuenta.

Continuó César recordando: “Cuando me recibí de locutor, mi madre organizó una gran fiesta en Las Toscas, a la que todos llevaron algo de comida. Esa noche, don Batistín me regaló un maletín que aún conservo. Con el tiempo me fui forjando como periodista agropecuario, donde me siento a gusto, porque yo se lo que es agarrar una ubre y ordeñar, sacar un lazo y pialar o enlazar, ensillar un caballo, alambrar y tanto más”.  

César es muy amigo de Silvio Velo, el capitán de la selección de fútbol para ciegos de Argentina. Y un día se percató de que éste no se conocía personalmente con Nahuel Pennisi, el cantante no vidente. Los juntó a ambos para hacerles una nota y aquel encuentro fue emocionante. 

 

Los dos grandes referentes de César son Antonio Carrizo y Fernando Bravo. Con este último logró un hito que aún no cae de su propio asombro y emoción: resulta que conversando con él, César se entera de que Fernando nunca había ido a Cosquín. Ahí nomás comenzó a hacer las gestiones para que Bravo fuera a transimitir su programa desde la Capital Nacional del Folklore, para la época de las nueve lunas de enero. Le costó sudor y lágrimas. Pero el mismo Fernando Bravo, que tanto había hecho por el folklore argentino desde los grandes medios, transmitió su programa durante tres días, desde la parte trasera del escenario mayor de Cosquín, entrevistando a los grandes del folklore. Como si fuera poco, una de esas noches lo llevó a una peña. César sintió que había hecho una reparación histórica con su “maestro”. 

También César apoyó con mucho trabajo y esfuerzo para que se lograra sancionar La ley 27.535 de Folklore en las escuelas. Otra gloria que César guarda en su corazón como buen bailarín de folklore es cuando bailó una zamba en el escenario de Baradero con la bellísima modelo y Reina del Girasol, Brenda Ciamporcero, quien resultó ser una excelente bailarina de folklore. 

Tapia vuelve siempre a su pago a ver a su madre María Eva, a sus hermanas, familiares y amigos. Sueña con volver a hacer radio en Las Toscas y hoy colabora allí en proyectos de trabajo para que los jóvenes se arraiguen en su tierra y no emigren.  

A la hora de elegir una canción para dedicarnos, César explica que se siente muy identificado con el tema “Peregrinos” de Abel Pintos, de su disco “Reevolución”. Pero prefiere obsequiarnos “Pueblo Mágico”, una emotiva canción dedicada a su pago de Las Toscas, por Los Altamirano, en letra y música de Mario Altamirano, y de su hija, Mariana.  

Credito: Bichos de campo por Esteban “El Colorado” López

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