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SOCIEDAD

29 de diciembre de 2021

“Hay colegas que murieron, otros renunciaron y algunos ya no pueden más”: intensivistas advierten que el personal de salud está al límite

Hay una coincidencia casi generalizada entre los especialistas: la tercera ola de coronavirus ya comenzó en la Argentina con la llegada de la variante Ómicron.

La suba exponencial de contagios que viene provocando es lo que más temor genera en el personal de salud. Un 97% de los profesionales tiene el síndrome de burnout, o agotamiento extremo, y “no está en condiciones de afrontarla”, según indicaron a TN médicos terapistas.

Al agotamiento se suman la frustración, el miedo a tener que volver a desdoblarse para atender un crecimiento en las internaciones y la falta de reconocimiento y de incentivos.

“Estoy todo el día en el hospital, no voy a buscar a mi nene al colegio, no le doy un beso de buenas noches ni lo llevo al otro día porque sigo trabajando; tenemos que volver a poder hacer lo que hace la gente normal”, dijo Carina Balasini (MN 104407).

Por el comportamiento del Covid-19, entre diez y 14 días después de que empiezan a crecer los contagios comienzan a aumentar las hospitalizaciones de personas que padecen la enfermedad, lo que se traduce en mayor estrés para el personal que debe atender a esos pacientes.

“Hay un problema grave en el personal de terapia intensiva, hay mucho bornout y no está en condiciones de afrontar otra nueva ola”, advirtió al respecto David Barbieri (MN 92401).

Y agregó: “Estamos teniendo cada vez menos personal en condiciones para atender. Nos está costando cubrir puestos de terapia intensiva en estos momentos porque hay colegas que han fallecido, hay otros que han renunciado y hay otros que ya no quieren hacer más”

Qué es el síndrome de burnout que padece el personal de salud

Balasini es médica de terapia intensiva y miembro de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) organización que realizó una encuesta entre el personal de salud a partir de comenzar a ver que los profesionales “estaban cansados, agotados, muchos con insomnio, empezaban a tomar comprimidos por dolores de cabeza, cefalea; ya no querían trabajar y perdían la humanización hacia el paciente”, explicó la médica.

El resultado fue contundente: “Hay un 97% de profesionales con burnout, que es tener la cabeza quemada, es el cansancio por trabajar, el agotamiento profesional, la despersonalización y los logros personales reducidos”, dijo. No sólo afecta a los médicos sino también a los enfermeros, kinesiólogos y al personal de salud de terapia intensiva.

Barbieri agregó que en este “desgaste profesional” influye la “falta de reconocimiento laboral en cuanto a sueldos y el mal estado del lugar en donde trabajan”, además de que “no se sientan reconocidos, no se sientan cuidados”.

“Psicológicamente, al haber tantos pacientes se pierde la humanización y también hay frustración, porque estamos formados para salvar vidas y veíamos que en todo momento se nos morían los pacientes”, agregó al respecto Balasini.

En el mismo sentido, dijo que “la terapia intensiva no es un lugar donde la gente se vaya a morir”, dado que tiene una “mortalidad baja, del 15% al 20%”, pero en la pandemia de coronavirus subió al 50% en las que menos decesos registraron pero hasta un 80% en las de mayor mortalidad”.

“Teníamos colegas que decían ‘nunca firmé tantos certificados de defunción en mi vida’ y han estado firmando de tres a cinco certificados en un solo día, en una sola mañana, y eso genera frustración”, detalló Barbieri.

El Covid-19 dejó secuelas físicas y psicológicas en el personal de salud

“Tuvimos que hacer un esfuerzo físico y psicológico. Físico porque tuvimos que duplicar nuestros horarios de trabajo. Todos hemos agarrado trabajo extra porque nos necesitaban; hemos tenido que reducir nuestros horarios de sueño, nuestros horarios con nuestras familias y eso es una carga emocional”, detalló Balasini.

También dijo que el personal de salud debió enfrentarse al virus y trabajar en terapia exclusivamente Covid para no contagiar a otros. “Cuando entrábamos a terapia sabíamos que estábamos expuestos, algunos nos hemos enfermado y algunos se han muerto; teníamos miedo realmente de morir, de enfermar a nuestra familia, que se muera alguien por nuestra culpa”, agregó

Los intensivistas quieren también desterrar esa idea de que quien ingresa a una UTI muere y que por eso la muerte es parte de su cotidianeidad. “Es mentira que estamos acostumbrados a que la gente se muera. Cada paciente es una batalla y que se nos muera es que perdimos esa batalla y detrás de cada paciente hay una familia que también teníamos que contener”, dijo la titular de la Regional CABA-GBA de la SATI.

Como consecuencia, entre un 40% y un 45% de los profesionales quiere dejar de hacer terapia intensiva; un 6% a un 10% ya confirmó que se aleja del trabajo y la mitad de los médicos, enfermeros y kinesiólogos directamente quieren dejar de trabajar en salud. “Esto es por el alto grado de frustración y por el cansancio”, indicó Balasini.

Además, en la encuesta de la SATI se detectó que el 30% de los consultados “dijo que tuvo ideas suicidas, ganas de morirse y algunos lo intentaron”.

 

Durante la pandemia se comprobó que la posición de decúbito prono (boca abajo) mejora la evolución de los pacientes graves, pero cada vez que una UTI debe hacerlo requiere de varios profesionales y llegó a demandar hasta 40 minutos, según dijeron a TN médicos terapistas (Foto: EFE)Por: EFE Servicios

Crece el miedo del personal de salud a tener que cortar nuevamente sus vacaciones

En lo que va de diciembre, la ocupación UTI con pacientes con coronavirus creció cerca del 40% y el mayor temor de los profesionales que atienden las terapias intensivas es que, como ya sucedió con el rebrote para esta altura del año pasado, muchos deban cortar nuevamente sus vacaciones.

“En enero y febrero es cuando nos podríamos tomar vacaciones y si sube la ola seguramente nos las van a volver a suspender”, señaló Balasini.

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