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21 de febrero de 2017

¿Macri entró en un cono de sombras? Feliz cumpleaños, Cristina por Hernán Andrés Kruse

El CEOP que dirige Roberto Bacman acaba de realizar su última encuesta y los datos son reveladores. Seis de cada diez argentinos creen que el acuerdo que firmaron en secreto el presidente de la nación y su señor padre por el Correo es “un acto de corrupción”

 Únicamente el 34 por ciento piensa que se trató de un error o equivocación de un funcionario que actuó casi sin pensarlo o directamente que el acuerdo estuvo bien. Para la inmensa mayoría de los consultados el presidente de la nación estuvo en ambos lados del mostrador. Es probable que el presidente haya tenido en sus manos encuestas que le señalaban la alta reprobación al acuerdo con su señor padre por el Correo, y es por ese motivo que decidió brindar una conferencia de prensa en la que expresó su decisión de hacer volver el acuerdo “a fojas cero”. Esa marcha atrás fue la consecuencia de la decisión de la fiscal Boquín de rechazar el acuerdo, al considerarlo abusivo para el Estado (todos nosotros), y por el fuerte rechazó que provocó en la opinión pública el acuerdo cuando tomó estado público.

Bacman sostiene que “en pocos días el tema estalló y se convirtió rápidamente en un escándalo político de gran envergadura. Los datos que se desprenden de este trabajo de campo de CEOP, llevado a cabo entre el miércoles 15 y el jueves 16 de febrero, en el área metropolitana de Buenos Aires (Ciudad Autónoma de Buenos Aires más el Conurbano Bonaerense) arroja resultados más que elocuentes con respeto al alto impacto que produjo esta cuestión. A pesar que los medios de comunicación tardaron varios días en darle importancia suficiente a esta noticia, el tema se terminó instalando con excepcional fortaleza en la opinión pública como una demostración categórica que, por más esfuerzos que se realicen, el sol no se puede tapar con las manos”. El estudio arroja un dato categórico: casi el 71 por ciento de los encuestados dijo estar al tanto del problema, un porcentaje significativamente alto si se considera que la muestra se hizo a los pocos días de haber estallado el escándalo.

Según el trabajo de CEOP el 67 por ciento de los encuestados emitieron una opinión negativa sobre el acuerdo entre el presidente de la nación y su señor padre. En la vereda de enfrente, únicamente un 15 por ciento apoya la decisión presidencial. La balanza se presenta extremadamente desigual. Según Bacman, “cuando se profundiza en el impacto producido, se observa con mayor claridad que este acuerdo representó ni más ni menos que una bala de cañón que detonó por debajo de la línea de flotación del Gobierno Nacional. En un año electoral todo lo que se desprende de esta encuesta son malas noticias para el oficialismo. Al 67,6 por ciento le parece mal que se haya firmado este acuerdo, contra un escueto 15,3 por ciento que opina lo contrario. Sin lugar a dudas una diferencia indiscutible, en tanto y en cuanto demuestra una irritación social que penetra en el seno del propio segmento actitudinal de los oficialistas. Un llamado de atención que seguramente el gobierno no debe tomar a la ligera ni pasar por alto”.

El gran problema del macrismo es que durante la campaña electoral dijo que sus manos estaban limpias, con lo cual el escándalo del Correo hecha por tierra esa afirmación. En efecto, para el 58,5 por ciento de los entrevistados se trata lisa y llanamente de un acto de corrupción. Ello significa que ese sector considera que el presidente de la nación jugó a favor de su señor padre y en su propio beneficio. Según la imputación del fiscal Zoni, el presidente sería “beneficiario directo o indirecto del acuerdo”. “Este dato es otro tiro por debajo de la línea de flotación, especialmente para aquel sector de la ciudadanía que votó a Mari esperando un cambio en el ámbito de la institucionalidad y la transparencia”, señaló Bacman. “En este contexto de tiempos adversos para el oficialismo”, enfatiza el director del CEOP, “la credibilidad del gobierno también está puesta en tela de juicio: siete de cada diez entrevistados afirman que “no pueden creer” que el presidente fue ajeno a los resultados de las negociaciones que remataron en el acuerdo. El tema no solo impacta: por lo visto también influye en la pérdida de credibilidad”. El fundamento de la desconfianza es el hecho de que el presidente es juez y parte. Dice Bacman: “en la encuesta buscamos qué es lo que sustenta la posición mayoritaria en contra del acuerdo y la sospecha de corrupción. Una pregunta cae de madura: ¿Es difícil creer en los argumentos que esgrime el gobierno? Todo parece indicar que sí. Al menos a la luz de estos resultados se detecta que para una importante mayoría (64,7 por ciento) el acuerdo por la deuda del Correo Argentino es poco transparente porque Macri está de los dos lados del mostrador” (fuente: Raúl Kollmann, “Los números que frenaron a Macri”, Página/12, 19/2/017).

El escándalo del correo hizo bajar la imagen presidencial en cuatro puntos. Hay, por supuesto, otros factores: la inflación, el retraso de los salarios y jubilaciones, el miedo a perder el trabajo y la inseguridad. A pesar de ello, sostiene Bacman, el acuerdo firmado entre Macri padre y Macri hijo golpeó con fuerza a la imagen presidencial. En el Área Metropolitana Buenos Aires (AMBA) la imagen del presidente cayó del 45 al 42 por ciento. Lo notable del dato es que el bajón se produjo en el ámbito donde el presidente hace las veces de local, la CABA. También cayó su imagen en el difícil conurbano bonaerense, siempre propenso a votar al peronismo. Según CEOP, en el Gran Buenos Aires la ex presidente de la nación tiene una imagen positiva superiora la del presidente: lo supera por diez puntos (48,5 por ciento contra 36,7 por ciento). Dice Bacman: “el golpe fue importante. Por tal motivo no es extraño que la popularidad de Mauricio Macri haya sentido el impacto. En la Ciudad de Buenos Aires, que dicho sea de paso es y ha sido históricamente el mejor distrito del actual presidente, su imagen positiva padeció las consecuencias de este affaire del Correo: en este último trabajo de campo redondea una ponderación positiva de 54,3 por ciento, cuando apenas un mes atrás y en el mismo distrito lograba un 58 por ciento. Una pérdida de casi cuatro puntos”. “En el gran Buenos Aires”, afirma, “se observa una situación similar de caída. Un 36,7 por ciento de popularidad, contra un 40,4 que lograba en el mes de diciembre pasado. Pero aquí se conjugan dos indicadores que le son abiertamente negativos: una pérdida de alrededor de cuatro puntos y una imagen negativa que ya trepó al 60,8 por ciento. Mientras tanto en la vereda de enfrente CFK sigue mejorando su posicionamiento. En territorio porteño, un hueso que siempre ha sido duro de roer para cualquier dirigente del Frente para la Victoria, logra 31,2 por ciento de imagen positiva, un crecimiento de exactamente dos puntos con relación a la medición del mes de enero. En el gran Buenos Aires su imagen sigue creciendo y ya se ubica en el orden del 48,5 por ciento. Un promedio cada vez más alto, sin olvidar que en algunos municipios de la Tercera Sección Electoral (sur del conurbano bonaerense) su popularidad supera holgadamente el 60 por ciento”. Qué mejor regalo para Cristina que hoy, domingo 19, cumple 64 años (fuente: Raúl Kollmann, “Una caída con muchos factores”, Página/12, 19/2/017).

En su edición del domingo 19 La Nación publicó un artículo de Morales Solá titulado “Se agotó el margen”, en el que le advierte a Macri acerca de la posibilidad cierta de perder en octubre si continúa cometiendo errores como los de las últimas semanas. Dice el autor: “Si el gobierno insiste en conducir el Estado como lo hizo en las últimas semanas, corre el riesgo de perder las elecciones legislativas de octubre. No hay un sermón de Durán Barba capaz de neutralizar el efecto fulminante que tienen las decisiones equivocadas. Varias encuestadoras han advertido ya que el Presidente y su gobierno derrocharon una parte importante de popularidad que habían conquistado en enero. Las mediciones cubrieron hasta el conflicto del Correo, aunque no el de las jubilaciones. Esas decisiones fueron rectificadas por el Presidente, pero ya se agotó, en lo que va de febrero, el margen de error de un año electoral. Las rectificaciones son siempre encomiables, pero el exceso de ellas puede fatigar a la sociedad. Nunca se sabe cuál es la última decisión”.

“El peronismo carece de un liderazgo capaz de capitalizar los errores políticos de la administración de Macri. Por ahora” (…) “Ya se ha visto en las últimas dos semanas la capacidad del peronismo para complicarle la vida a un gobierno decidido a enredarse en sus propias complicaciones. Peor: el peronismo anticipó cómo sería la vida de Macri si perdiera las próximas elecciones. Se acabó la duda entre los que pronosticaban una derrota dulce o una derrota dura. Será dura, si existiera derrota. ¿Hay hipocresía en el peronismo? Desde ya que sí. Sergio Massa se escandalizó por la decisión de modificar en unos pocos pesos la liquidación de las asignaciones a los jubilados. Massa fue director de la Anses y nunca impulsó una ley que aplicara la vieja doctrina de la Corte Suprema sobre una mejor liquidación para los jubilados. Fue luego jefe de Gabinete y tampoco hizo nada. El miércoles instó a sus seguidores a comparar a Macri con De la Rúa por la ínfima quita a los jubilados. No hay remedio: Massa es Massa” (…) “Pero eso lo exhibe el peronismo, no exculpa al gobierno. Hasta sus propios economistas criticaron a Macri por impulsar una actualización de las asignaciones a los jubilados de acuerdo con la doctrina de la Corte. Entregó toda la recaudación impositiva por el blanqueo de más de 100.000 mil millones de dólares para ese aumento de las jubilaciones y comprometió los recursos fiscales por muchos años” (…).

“¿De quién fue la culpa, entonces? ¿La desesperación por bajar el déficit instigó, acaso, la impolítica decisión de empezar el año electoral podando aumentos a los jubilados, aunque fueran pequeños gajos? La espectacular reacción de Elisa Carrió salvó al gobierno de una dura derrota parlamentaria. Estaban tratando la modificación a la ley de las ART (el macrismo contaba con la complicidad del massismo), cuando los diputados oficialistas se enteraron por la oposición de la decisión sobre los jubilados. Ni siquiera el presidente de la cámara de Diputados, Emilio Monzó, sabía nada de esa decisión” (…) “Carrió despotricó contra la decisión de los jubilados y hasta llegó al insulto, pero logró retener a los diputados y salvar al Gobierno que se encaminaba hacia un descalabro político” (…) “Juntar en el tiempo y en el espacio a los jubilados con el correo de Franco Macri es una fórmula letal para la popularidad del Gobierno. Y es, también, la mejor mezcla que puedan darle a la oposición. La transparencia que pregona el gobierno debió empezar haciendo públicas las primeras negociaciones de los funcionarios con el grupo Macri. El Presidente tiene de hecho un conflicto de intereses” (…) “No importa si estaba al tanto, o no, de la negociación. El conflicto existe y, por eso, debieron tomarse recaudos que en otros casos no hubieran sido necesarios” (…).

“El acuerdo fue avalado por la mayoría de los expertos en quiebras. Hay una sola crítica para hacerle a ese acuerdo: no obligó al grupo Macri a desistir de sus juicios contra el estado por el Correo, como es habitual en estos casos” (…) “¿El kirchnerismo hizo algo para cobrar esa deuda del grupo Macri? No. ¿Massa y De Vido, alarmados ahora por el acuerdo con el Correo, impulsaron alguna decisión sobre el grupo Macri y su deuda cuando tuvieron responsabilidades en el Estado? No. ¿Existe hipocresía en sus posiciones actuales? Sí. Pero las preguntas que deben formularse son otras: ¿nadie en el Gobierno advirtió que la oposición se lanzaría sobre la yugular de Macri en cuanto se enterara de que había acordado con el grupo Macri? ¿Nadie avisó que estaban ante un enorme conflicto político?” (…) “Nadie tuvo en cuenta, además, que muchos fiscales (otros discípulos de Gils Carbó) militan en la oposición a Macri y están dispuestos a llegar al absurdo jurídico con el propósito de debilitarlo; hay cerca de 100 causas iniciadas desde que el Presidente accedió al poder” (…) “Al gobierno sólo le queda el recurso de complementar la eficiencia en la gestión, que existe en muchos funcionarios, con la eficiencia política, que escasea. Una encuestadora, que registró la caída en la popularidad del Gobierno, señaló también como una posible causa la confusión de la sociedad con respecto a las compras en cuotas. Es buena la decisión de distinguir entre lo que un artículo cuesta al contado o en cuotas, porque los intereses que se pagaban eran confiscatorios. Le proporciona opciones al ciudadano para disponer sus compras. La comunicación fue pésima” (…) “Como dice Durán Barba, la política se reduce más a “sensaciones” que a palabras. El gurú electoral señala esa realidad para hablar bien de las “sensaciones” que protegen al Gobierno de un temor colectivo al regreso del populismo cristinista. Tiene razón. Resulta, sin embargo, que las “sensaciones” también sirven para dejar mal parado al Gobierno. El peronismo maneja incomparablemente bien el arte de esconder sus vergüenzas y de fijar esas “sensaciones” contra una administración no peronista (un gobierno de ricos que gobierna para los ricos o una familia empresaria que hace negocios con el estado). Son las reglas de un juego que los funcionarios parecen no saber jugar”.

En su edición del sábado 17 Clarín publicó un artículo de Jorge Lanata titulado “Presidente, nada vuelve a foja cero”, en el que descerraja munición gruesa sobre el gobierno nacional. Dice el fundador de Página/12: “Acá no sucedió nada, dijo el Presidente el jueves a la tarde, cuando anunció que el escándalo del correo y el de los jubilados volvían a foja cero. Macri ve a veces la realidad como si sólo él jugara este partido: Presidente, también juegan las blancas. Nada vuelve a foja cero porque ambos escándalos sucedieron, y tuvieron para el Gobierno un costo, se nieguen o no a verlo. La carga de sobreactuación que la oposición mostró al reaccionar en ambos casos no vuelve irreal el daño. Y tampoco fueron estos “problemas de comunicación”; fueron problemas de actuación del gobierno, hechos que se sucedieron en los que la administración retrocedió sobre sus pasos. El problema no fue contarlos, sino hacerlos. En el fondo, el Gobierno sigue sosteniendo la hipótesis Durán Barba de que estos temas sólo le preocupan a un sector de la opinión pública: “progres” de la Ciudad de Buenos Aires que igual no forman parte de la tropa propia. El gran público votará a favor si la economía mejora un poco, dicen” (…).

“No sé si la teoría del asceta ecuatoriano acierta: Macri ganó-además del milagro-por el consenso frente a, precisamente, hechos como los que citamos, más o menos explícitos. No creo que Macri haya sido responsable pero “Macri ayudó a su papá en Tribunales” suena verosímil y se instaló con rapidez. Cuando ya no soportó la presión Oscar Aguad, el secretario de comunicaciones, le dijo a Longobardi: “Yo se lo informé a Marcos Peña”. Al día siguiente un Marcos Peña de tono casual, me dijo al aire: “Sí, él me lo contó al pasar”. De todos modos, ya era tarde: el Jefe de Gabinete había salido a “aclarar” la mañana anterior. Cuando se sale a aclarar, siempre es tarde y funciona al revés de lo esperado. Aclarar es confirmar. Si no se entendió, es mejor no aclararlo” (…) “En su conferencia de prensa, el Presidente trató de convertir una debilidad en una virtud: dijo que se corrige cuando se equivoca” (…) “El problema ahí es numérico: una o dos veces es encantador, a la cuarta el tipo no tiene inteligencia crítica sino que es un indeciso que no aprende de sus errores. Estos argumentos de la “política sincera” sirven para enfrentar excepciones, pero no pueden transformarse en reglas: si siempre se equivocan, menos mal que no fueron médicos” (…) “El gobierno perdió contra un amague. El problema es que se vio en un ring donde nunca previo haber estado. Preverlo era su obligación. Ya les pasó demasiadas veces. Es cándido que reconozcan el error y traten de taparlo con una frase de almanaque. Pero-perdón por decírselos de golpe-la vida es injusta”.

Hernán Andrés Kruse

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