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31 de julio de 2016

Rememorando a René Favaloro by Hernán Andrés Kruse

El 29 de julio de 2000 se quitó la vida el renombrado cardiólogo René Favaloro, agobiado por las penurias económicas de su Fundación y la incomprensión de las autoridades. Fue una jornada aciaga para el país y que las futuras generaciones jamás deben olvidar.

Según narra Wikipedia, René Favaloro nació en la ciudad de La Plata el 12 de julio de 1923. Eligió la universidad de su ciudad natal para cursar los estudios de medicina. En el tercer año de la carrera comenzó con las prácticas médicas en el Hospital Policlínico donde tuvo contacto por primera vez con los pacientes. Su gran vocación lo llevó a presenciar las cirugías de José María Mainetti y Federico E. B. Christmann, quien le enseñó las técnicas de simplificación y estandarización que aplicó a posteriori en la cirugía cardiovascular. Se graduó en 1949 y durante los años posteriores trabajó junto a su hermano, también médico, en la localidad de Jacinto Aráuz donde fundaron un centro asistencial. Muy pronto comenzó a interesarse por las intervenciones cardiovasculares y la cirugía torácica. Interesado en perfeccionarse en Estados Unidos, el profesor José María Mainetti le aconsejó la Cleveland Clinic. Se radicó en esa ciudad en 1962 desempeñándose primero como residente y más tarde como colaborador del equipo de cirugía de Cleveland, centrando su atención en enfermedades valvulares y congénitas. También se interesó por las cineangiocoronariografías y el estudio de la anatomía de las arterias coronarias y su vínculo con el músculo cardíaco. En 1967 estudió la posibilidad de valerse de la vena safena para mejorar la cirugía coronaria. Esa práctica, al estandarizarse, recibió el nombre del baipás o cirugía de revascularización miocárdica. A raíz de ello, Favaloro se consagró a nivel internacional.

Favaloro regresó al país en 1971 para trabajar en el Sanatorio Güemes, cuya máxima autoridad en materia cardiovascular era el doctor Luis de la Fuente. Era tal la confianza que Favaloro había depositado en este cardiólogo que no operaba si antes el doctor De la Fuente no efectuaba los diagnósticos correspondientes y los cateterismos. En 1975 fundó la Fundación Favaloro, con el objetivo de garantizar la mancomunión entre la atención médica, la investigación y la educación. Cinco años más tarde creó el Laboratorio de Investigación Básica, dependiente del Departamento de Investigación y Docencia de la Fundación Favaloro. Más adelante pasó a ser el Instituto de Investigación en Ciencias Básicas del Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas, base de la futura Universidad Favaloro. En 1992 fue inaugurado en la ciudad de Buenos Aires el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro, entidad sin fines de lucro destinado a brindar servicios especializados en cardiología, cirugía cardiovascular y trasplante cardíaco, pulmonar, cardiopulmonar, hepático, renal y de médula ósea, además de otras áreas.

Durante el año 2000 la Fundación Favaloro estaba atravesando una complicada situación financiera. Con una deuda millonaria en dólares estadounidenses, el futuro de la Fundación se presentaba sombrío. Fue entonces cuando Favaloro pidió ayuda al gobierno de Fernando de la Rúa, sin recibir de su parte respuesta alguna. Agobiado y apesadumbrado, decidió quitarse la vida el 29 de julio de 2000 de un disparo al corazón. Poco antes de tomar tan dramática decisión dejó para la posteridad una carta dirigida a De la Rúa y que hoy constituye un documento de un alto valor histórico. Sus párrafos más salientes son, a mi entender, los siguientes:

a) “mi regreso a la Argentina (después de haber alcanzado un lugar destacado en la cirugía cardiovascular) se debió a mi eterno compromiso con mi patria. Nunca perdí mis raíces. Volví para trabajar en docencia, investigación y asistencia médica”;

b) “La primera etapa en el sanatorio Güemes, demostró que inmediatamente organizamos la residencia en cardiología y cirugía cardiovascular, además de cursos de post grado a todos los niveles. Le dimos importancia también a la investigación clínica en donde participaron la mayoría de los miembros de nuestro grupo. En lo asistencial exigimos de entrada un número de camas para los indigentes” (…) “La relación con el sanatorio fue muy clara: los honorarios, provinieran de donde provinieran, eran de nosotros; la internación, del sanatorio (sin duda la mayor tajada). Nosotros con los honorarios pagamos las residencias y las secretarias y nuestras entradas se distribuían entre los médicos proporcionalmente. Nunca permití que se tocara un solo peso de los que no nos correspondía. A pesar de que los directores aseguraban que no había retornos, yo conocía que sí los había”.

c) “A mediados de la década del 70 comenzamos a organizar la Fundación” (…) “cuando entró en funciones redacté los 10 mandamientos que debían sostenerse a rajatabla, basados en el lineamiento ético que siempre me ha acompañado. La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina. Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos, como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno” (…) “¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno! Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica”.

d) “La corrupción ha alcanzado niveles que nunca pensé presenciar. Instituciones de prestigio como el Instituto Cardiovascular Buenos Aires, con excelentes profesionales médicos, envían empleados bien entrenados que visitan cardiólogos en sus consultorios. Allí les explican en detalles los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter eco, camara y etc., etc.) los cateterismos, las angioplastias, etc., etc., están incluidos. No es la única institución. Médicos de la Fundación me han mostrado las hojas que les dejan con todo muy bien explicado. Llegado el caso, una vez el paciente operado, el mismo personal entrenado, visitará nuevamente al cardiólogo, explicará en detalle “la operación económica” y ¡entregará el sobre correspondiente!”

e) “La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Es fácil decir “no hay camas disponibles”. Nuestro juramento médico lo impide”.

f) “En Estados Unidos, las grandes instituciones médicas pueden realizar su tarea asistencial, la docencia y la investigación por las donaciones que reciben. ¡Las cinco facultades médicas más trascendentes reciben más de 100 millones de dólares cada una! Aquí, ni soñando. ¡Realicé gestiones en el BID que nos ayudó en la etapa inicial y luego publicitó en varias de sus publicaciones a nuestro instituto como uno de sus logros! Envié cuatro cartas a Enrique Iglesias, solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta Latinoamérica!) todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de dólares, pero para una institución que ha entrenado a centenares de médicos desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta”.

g) “¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente? Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar” (…) “El proyecto de la Fundación tambalea y empieza a resquebrajarse. Hemos tenido varias reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha desde nuestro recordado Colegio Nacional de la Plata, me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al sistema” (…) “En este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero desaparecer. Joaquín V. González escribió la lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: “a mí no me ha derrotado nadie”. Yo no puedo decir lo mismo. A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla” (…) “Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga”.

h) “Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza” (…) “Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata. No puedo cambiar. No ha sido una decisión fácil pero sí meditada. No se hable de debilidad o valentía. El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano. Sólo espero no se haga de este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad. Estoy tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural. Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así”.

i) “En estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales, provinciales, empresarios, sin recibir respuesta. En la Fundación ha comenzado a actuar un comité de crisis con asesoramiento externo. Ayer empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido colaboradores fieles y dedicados. El lunes no podría dar la cara”.

j) “Una vez más reitero la obligación de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y tirar mis cenizas en los montes cercanos a Jacinto Arauz, allá en La Pampa. Queda terminantemente prohibido realizar ceremonias religiosas o civiles”.

Estremece la carta de despedida de René Favaloro. Se trata de una suerte de explicación de la decisión más dramática de su vida. Favaloro confiesa que fue vencido por la corrupción sistémica imperante en la salud de la Argentina. Cansado de estrellarse contra la pared, prefirió inmolarse antes que traicionar sus principios. No cualquiera lo hace. De 100 personas, 99 optan por comenzar a reptar. Favaloro se negó a hacerlo. De ahí el respeto y admiración que merece de parte de todos los argentinos, sin distinciones partidarias. Porque Favaloro estuvo siempre por encima de la partidocracia, de las camarillas, de los intereses creados. Su único objetivo-y vaya qué objetivo- en la vida fue curar enfermos del corazón. Miles de personas hoy están con vida gracias a su pericia en el quirófano. Fue, qué duda cabe, un benefactor de la humanidad. Porque con su descubrimiento hizo posible que millones de personas en todo el mundo lograran sobrevivir. René Favaloro honró a la medicina. Demostró con su ejemplo que cuando se corrompe, la medicina pasa a ser un vulgar negocio a cargo de mercaderes de la muerte. Demostró con su suicidio que la vida solo vale la pena de ser vivida si se la orienta en función de principios éticos innegociables. El 29 de julio de 2000 fue un día trágico para el país. Al enterarme de la infausta noticia sentí vergüenza ajena. Hoy, a 16 años, siento en cambio un genuino orgullo de ser argentino porque un médico argentino honró como pocos el juramento hipocrático, trató a todos sus pacientes con la misma ética y dignidad, sin importarle el color de su piel, sus creencias religiosas, sus ideas políticas y, fundamentalmente, su cuenta corriente. La figura de René Favaloro, qué duda cabe, se agiganta día a día. Que su suicidio nos haga recordar siempre que, a pesar de todo, vale la pena luchar por lo que uno cree es justo y ético.

Hernán Andrés Kruse

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