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5 de junio de 2016

Espacio dedido por éste sitio a la Oficina de educación vial y concientización en tránsito de la Estación Comunal de Gral. Viamonte

Existe, entre muchos adultos, una tolerancia a los excesos en el consumo de alcohol, por parte de los jóvenes, fruto de haber protagonizado situaciones semejantes en su propia adolescencia y aún en su comportamiento como adultos, entre los cuales es común el conducir después de haber bebido alcohol en eventos familiares o entre amigos y luego llevar a la familia a casa en ese estado.

En muchos casos, entre los padres, es mayor la tolerancia con sus hijos varones a estos comportamientos que con las mujeres. Entienden los excesos como parte de la transición hacia la adultez masculina. Y desde pequeños ya les permiten, a diferencia de las hijas mujeres, jugar a la pelota u otros juegos y permanecer solos o con amigos, en la vía pública, ámbito que se trasforma para ellos en un espacio conocido y en el que no perciben riesgos. Esto explica que el 70% de los peatones menores muertos en el tránsito son varones.

En todos los casos los adultos no tienen conciencia del riesgo que esto implica  hasta que alguna situación de estas desemboca en hechos violentos, con heridos o muertos.

Los adultos necesitan tomar conciencia de su responsabilidad en esta realidad, poner manos a la obra en forma urgente antes de que las tragedias se produzcan.

Los padres: deben dialogar con sus hijos acerca de los riesgos del sistema del tránsito, de mezclar alcohol y conducción, etc. Ser conscientes de la vulnerabilidad de sus hijos inmaduros y restringirles el uso del auto, especialmente para salir durante la noche y en compañía de amigos, si saben que sus hijos beben.

Además, deben hablar sobre los riesgos de subir a un auto manejado por desconocidos, o alcoholizados, que les gusta correr, etc.

Pero más que con palabras, necesitan darles el ejemplo de una conducción responsable. Ya que las palabras de un padre se vacían  de sentido cuando éste, por ejemplo, bebe y conduce o desarrolla otros comportamientos riesgosos. Los adultos son co-responsables de estas tragedias cotidianas.

Desde el Estado se viene trabajando seriamente sobre la conducción riesgosa. Los controles sistemáticos y continuos de alcoholemia, por ejemplo, con sanciones efectivas a los transgresores, sirven de contrapeso a los supuestos beneficios de consumir alcohol y ponerse al volante, promoviendo un cambio de comportamiento individual y una predisposición social a abstenerse de conducir si se ha bebido o a no beber so se decide conducir.

Por eso además es de vital importancia la educación vial a los niños y jóvenes en la escuela para que sean conscientes de los riesgos del sistema del tránsito y sus responsabilidades, antes de llegar a conducir automóviles. Para aumentar, también, su conciencia del riesgo de los efectos del consumo de alcohol y la conducción alcoholizada.  (Guía consultada de Luchemos por la Vida: “Jóvenes, alcohol y conducción”).- 

En muchos casos, entre los padres, es mayor la tolerancia con sus hijos varones a estos comportamientos que con las mujeres. Entienden los excesos como parte de la transición hacia la adultez masculina. Y desde pequeños ya les permiten, a diferencia de las hijas mujeres, jugar a la pelota u otros juegos y permanecer solos o con amigos, en la vía pública, ámbito que se trasforma para ellos en un espacio conocido y en el que no perciben riesgos. Esto explica que el 70% de los peatones menores muertos en el tránsito son varones.

En todos los casos los adultos no tienen conciencia del riesgo que esto implica  hasta que alguna situación de estas desemboca en hechos violentos, con heridos o muertos.

Los adultos necesitan tomar conciencia de su responsabilidad en esta realidad, poner manos a la obra en forma urgente antes de que las tragedias se produzcan.

Los padres: deben dialogar con sus hijos acerca de los riesgos del sistema del tránsito, de mezclar alcohol y conducción, etc. Ser conscientes de la vulnerabilidad de sus hijos inmaduros y restringirles el uso del auto, especialmente para salir durante la noche y en compañía de amigos, si saben que sus hijos beben.

Además, deben hablar sobre los riesgos de subir a un auto manejado por desconocidos, o alcoholizados, que les gusta correr, etc.

Pero más que con palabras, necesitan darles el ejemplo de una conducción responsable. Ya que las palabras de un padre se vacían  de sentido cuando éste, por ejemplo, bebe y conduce o desarrolla otros comportamientos riesgosos. Los adultos son co-responsables de estas tragedias cotidianas.

Desde el Estado se viene trabajando seriamente sobre la conducción riesgosa. Los controles sistemáticos y continuos de alcoholemia, por ejemplo, con sanciones efectivas a los transgresores, sirven de contrapeso a los supuestos beneficios de consumir alcohol y ponerse al volante, promoviendo un cambio de comportamiento individual y una predisposición social a abstenerse de conducir si se ha bebido o a no beber so se decide conducir.

Por eso además es de vital importancia la educación vial a los niños y jóvenes en la escuela para que sean conscientes de los riesgos del sistema del tránsito y sus responsabilidades, antes de llegar a conducir automóviles. Para aumentar, también, su conciencia del riesgo de los efectos del consumo de alcohol y la conducción alcoholizada.  (Guía consultada de Luchemos por la Vida: “Jóvenes, alcohol y conducción”).- 

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