El Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854 establece para toda La Iglesia este dogma de la Inmaculada Concepción. El evangelista San Lucas, (1, 28); marca como el Ángel enviado de Dios saluda a María: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”,….Del griego “Kecharitoméne”, sobre abunda la gracia; en el Apocalipsis (12,1) se la nombra como  “la mujer vestida de sol”,  la que lleva el reflejo del esplendor divino.

            En el siglo IX, se introdujo en occidente: La fiesta de la Inmaculada Concepción, María libre del pecado por los méritos de Cristo Salvador.  La  omnipotencia de Dios, quiso preparar un lugar puro donde su Hijo se encarnara.

            Ésta fiesta se celebraba en toda la Iglesia de occidente gracias al aporte del papa, Sixto IV, cuatro siglos antes del dogma  es valioso también el aporte de las universidades, de París, Colonia, Valencia Maguncia, etc.. Con la Inmaculada Concepción de María, comenzó la gran obra de la Redención, con la sangre preciosa de Cristo: “… en Él toda persona está llamada a realizarse en plenitud hasta la perfección de la santidad.”. “La   salvación de Jesús se anticipa en María porque” “para Dios nada es imposible” (Juan Pablo II en el año 2003).  La biblia, la tradición y el magisterio de la iglesia son la fuente de esa verdad; el Hijo de María venció a Satanás e hizo beneficiaria anticipada a su Madre, la misión a la cual Dios la había destinado desde siempre: ser la “Madre del Redentor”. Todo queda contenido en esta verdad de fe; María  la llena de gracia, nombre bello que le da el mismo Dios,” la elegida, la amada, la escogida”, para acoger el don más precioso Jesús,…” el amor encarnado de Dios”… (Encíclica “Deus Cartas est”).

            ¿Por qué Dios entre todas las mujeres escogió a María de Nazaret? , bien podríamos preguntarnos. La respuesta se esconde en el misterio insondable de la divina voluntad; sin embargo, hay un motivo  que el evangelio destaca: “su humildad,” La subraya Dante Alighieri en el último canto del “Paraíso”:“Virgen Madre, hija de tu Hijo humilde y alta más que otra creatura, término fijo del consejo eterno” (Paraíso, XXXIII, 1-3).

            En el “Magníficat”, (Lc. 1,46-48),  ella alaba al Señor con humildad diciéndose esclava de Él. Dios  sintió  y encontró su Gracia, (Lc. 1,30), y así se convirtió en Madre de Dios, imagen y modelo  de la Iglesia, elegida entre los pueblos para recibir la bendición del Señor, y difundirla en toda la familia humana. Ésta es también nuestra vocación y  misión de la iglesia “…acoger a Cristo en  nuestra vida y entregarlo al mundo, para que el mundo se salve por Él.” (Jn. 3,17).

            La fiesta de la Inmaculada Concepción, ilumina como un faro el camino del adviento tiempo  para la venida del Salvador. Mirando a María nos encontraremos  que brilla como signo de esperanza segura y de  consuelo  para el pueblo de Dios en camino.

                                                                  (*)  Voluntaria de la Inmaculada Padre Kolbe.