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27 de julio de 2022

Suelos: cómo convertir las amenazas en oportunidades

Especialistas del INTA y del sector privado aseguran que el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la erosión, el desbalance y agotamiento de nutrientes son algunas de las amenazas a las que se enfrenta este recurso natural no renovable. Convertirlas en una oportunidad de mejora de los sistemas productivos, el desafío.

El cambio climático es una amenaza para los suelos, principalmente por el calentamiento global y la mayor frecuencia de eventos extremos. Ante esto, especialistas del INTA y del sector privado explican cómo enfrentar las amenazas vigentes y las incipientes que afectan el recurso y convertirlas en oportunidades.

“Existen amenazas vigentes como la erosión hídrica y eólica, las pérdidas de carbono orgánico y almacenes de carbono decrecientes, el desbalance y agotamiento de nutrientes, la salinización y sodificación”, explicó Miguel Taboada, docente de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y director en Carbon Group Agroclimatic Solutions SRL.

Otras de las amenazas vigentes, de acuerdo a Taboada, son: “la compactación del suelo, una pobre condición estructural, las inundaciones y anegamientos y las pérdidas de biodiversidad –deforestación, pérdida de pastizales y pasturas, degradación de humedales–“. Por otra parte, el experto citó amenazas incipientes como la pérdida de bases y micronutrientes, la acidificación, la contaminación y el uso de tierras agrícolas para urbanización.

A la hora de enfrentar las amenazas para los suelos, “las tecnologías pueden ser preventivas (evitar que las cosas sucedan) o restaurativas (recuperar o remediar los daños ocurridos)”, explicó Taboada. Y agregó: “estas tecnologías ya se conocen hace años, como las buenas prácticas agronómicas, o las terrazas para el control de la erosión”.

Asimismo, de acuerdo con el especialista, “la amenaza del cambio climático puede ser una oportunidad para la mitigación, para disminuir las fuentes de emisión de gases efecto invernadero y para aumentar los almacenes de carbono existentes en la naturaleza (bosques, plantaciones forestales y suelos)”.

A su vez, existen soluciones basadas en la naturaleza, como, por ejemplo, “el uso de los ecosistemas terrestres y los agroecosistemas para almacenar carbono estable, compensado así emisiones de gases efecto invernadero”, afirmó Taboada.

Existen grandes almacenes de carbono sobre la tierra (bosques, plantaciones forestales) y en los suelos como carbono orgánico estable (humus): los suelos de la Argentina poseen un importante potencial de secuestro de carbono, tanto en la región pampeana, y por su enorme superficie en las regiones áridas y semiáridas.

“Otra solución sería evitar deforestación y pérdida de pastizales y pasturas”. Por último, hizo hincapié en las buenas prácticas agrícolas (BPA) para evitar laboreo del suelo, diversificar producciones, rotaciones de cultivos, cultivos de cobertura, manejo adecuado del pastoreo, entre otras.

“Las nuevas demandas de la sociedad nos brindan una oportunidad para mejorar nuestros sistemas productivos y la salud de nuestros suelos. Mayor sustentabilidad y mayor trazabilidad de los debieran ser la línea directriz de nuestra política agropecuaria”, concluyó el director de Carbon Group.

Taboada, quién se desempeño durante casi una década como director del Instituto de Suelos del INTA, fue nombrado recientemente Académico de Número e incorporado a la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria (ANAV).

Calidad y salud

Los términos calidad y salud de los suelos, aunque con diferencias sutiles, pueden ser utilizados como sinónimos. “Son términos que comenzaron a utilizarse con cierta frecuencia en la última década del siglo pasado, en la medida que el suelo deja de ser visto simplemente como un sustrato para la producción de cultivos y pasa a ser observado desde una visión más amplia, como un proveedor de servicios ecosistémicos”, indicó Alejandro Costantini, director del Instituto de Suelos del INTA.

De acuerdo con Costantini, “definir la calidad o la salud del suelo es algo que puede resultar tan complejo como definir al suelo en sí mismo, o estudiar todas sus variables”. A lo largo de décadas se han agregado disciplinas de estudio de la ciencia del suelo que la complejizan y enriquecen.

Siendo tal la diversidad, aparece que en cada uno de estos enfoques hay un punto “optimo” que definiría su estado ideal; aunque aquel suelo de calidad sería el que da la mejor conjunción de todos estos aspectos -físicos, químicos, físico-químicos, biológicos, etc.-.

“La ciencia del suelo ha realizado, continúa realizando y deberá continuar con los esfuerzos de buscar indicadores de calidad que sean confiables, siendo para ello condiciones indispensables que sean repetibles, económicos y fáciles de determinar”, afirmó Costantini. Y agregó: “la tarea puede parecer sencilla, pero es de extrema complejidad y un gran desafío aún a resolver”.

Los aportes del INTA

 “Desde el organismo se trabaja en proyectos para el manejo sostenible de los ecosistemas convergentes en el suelo mediante la generación de buenas prácticas, recomendaciones y desarrollos tecnológicos que permitan aumentar la productividad sin comprometer las capacidades de los sistemas naturales, al contrario, buscando mayor sustentabilidad”, aseguró Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales.

Asimismo, se genera información en nuevas cartografías y bases de datos nacionales sobre atributos y nutrientes del suelo a diferentes escalas. Entre ellas el director destacó los nuevos mapas de disponibilidad de carbono actual, y potencial de secuestro de carbono por tipo de suelo.

De acuerdo con Mercuri, “vale mencionar que alineados a organismos internacionales como la FAO y el IICA se priorizan los esfuerzos para mejorar la salud del suelo como un paso para el logro de los Objetivos y Metas de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS) que son el plan maestro para conseguir un futuro sostenible para todos, específicamente los Objetivos de hambre cero (ODS 2), acción climática (ODS 13) y vida de ecosistemas terrestres (ODS 15)”.

La agricultura argentina tiene la enorme oportunidad de aportar significativamente a la solución de grandes desafíos globales como la disminución del hambre, generando alimentos en cantidad y calidad e incrementando el carbono en el suelo para mitigar el efecto invernadero y disminuir el impacto del cambio climático.

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