6 de mayo de 2021
A la oposición le falta táctica ¿O estrategia? By Luis Orea Campos
Algunos dirigentes de Juntos por al Cambio se muestran molestos en las redes por los reclamos de sus seguidores, que exigen una mayor efectividad en la tarea de frenar los constantes abusos y atropellos a las instituciones perpetradas a diario por el oficialismo kirchnerista.
La respuesta casi invariable es: “¿Qué quieren que hagamos? Somos minoría en el Congreso”. Casi una confesión de impotencia inadmisible en el ámbito político.
Esa impotencia tiene varias causas, todas de peso, pero hay una que encabeza la lista: no ha logrado cohesionarse en una fuerza organizada con una conducción única que defina la estrategia y diseñe movimientos tácticos que vayan clavando los mojones rumbo a la recuperación del poder.
Por el contrario, la oposición en su conjunto aparece ante la opinión pública como un rejuntado de dirigentes desorientados que bailan al compás que marca el oficialismo, que sí tiene bien definidas sus prioridades y su esquema de pasos tácticos, más allá de las cabriolas discursivas y los papelones del jefe de Gabinete de Cristina Kirchner devenido en presidente.
Para colmo, mientras el oficialismo zapatea un malambo los opositores -salvo honrosas excepciones-, pretenden bailar un vals sacrificando posiciones en el altar del gelatinoso concepto de corrección política “antigrieta”.
La sensación que dan sus pálidos y descoordinados movimientos es que no sólo se han resignado a dejar la iniciativa política en manos del kirchnerismo sino que carecen de una estrategia sólida y unificada que involucre tácticas eficaces para llegar al objetivo fijado. Hay confusión y demasiadas ambiciones en la cúpula. Como Francisco I y Carlos V todos los presidenciables están de acuerdo: todos quieren Milán.
No obstante, el camino de la oposición es muy claro. Suponiendo que tiene un plan de gobierno futuro consistente con su declamada intención de convertir a la Argentina en un país próspero, organizado e institucionalmente fuerte (sería éste el objetivo de largo plazo) los movimientos tácticos consecuentes deberían apuntar a recuperar al menos parte de la iniciativa apuntando al objetivo intermedio, que es tener oxígeno y poder de fuego en las elecciones de medio término.
Lograr un buen resultado permitiría modificar la relación de fuerzas en el Congreso, específicamente en Diputados, y desde esa posición bloquear todo intento encaminado a la impunidad de los corruptos y a la transformación de la República en una sucursal del castrochavismo y al mismo tiempo fogonear señales de que la derrota del kirchnerismo en 2023 a manos de la oposición no es una utopía.
¡Y obviamente no es que los dirigentes de JxC no lo sepan, sino que actúan como si no lo supieran! A pesar de toda la ayuda que reciben desde la presidencia y desde la gobernación de la provincia de Buenos Aires con increíbles torpezas y chapucerías dignas de figurar en el manual del perfecto idiota latinoamericano descripto por Vargas Llosa, no atinan a anticiparse a las tramposas jugadas del contrario.
Por ejemplo, pasó desapercibido tanto en los medios como en las redes y como en la oposición un movimiento táctico del creativismo kirchnerista que apunta a apretar a la oposición para que acepte las inaceptables condiciones respecto de la reforma de la ley electoral.
Como el operativo “acuerdo” no les funcionó, los kirchneristas buscaron otro atajo para acomodar las cosas a su conveniencia electoral.
El pedido de inconstitucionalidad de las PASO presentado por el abogado santiagueño Francisco Cavallotti, sin perjuicio de su validez -invoca las mismas fundadas y serias razones que en esta hoja nos cansamos de reiterar una y otra vez- es por cierto una ingeniosa manera de que el proceso electoral entre en un farragoso laberinto judicial que termine en la imposibilidad de celebrar las encuestoelecciones llamadas PASO inventadas después de la derrota de 2009 por el histórico apoderado pejotista Jorge Landau a pedido de Néstor Kirchner.
Que los opositores se traguen estos sapos sin dedicarle un párrafo y sin darse cuenta ni atinar a encontrar medios de conjurar las elucubraciones oficialistas es lo que envía a la opinión pública un mensaje de incompetencia política que atenta contra sus posibilidades de obtener un resultado ganador en las elecciones legislativas en línea con una estrategia eficaz para la recuperación del gobierno.
La proverbial habilidad de los cráneos kirchneristas para fabricar tramoyas exige de la oposición respuestas acordes que vayan más allá del lamento, el comentario o el “repudio” y disipen en la opinión pública la sensación de que el oficialismo es demasiado fuerte y astuto para los pobres recursos políticos de sus opositores y por consiguiente se consolide la idea de que es mejor resignarse a la subordinación al más poderoso.
Claro está que eso requiere trabajo, organización, conducción, estrategia y tácticas creativas que una oposición entregada a disputas posicionales internas no muestra para desazón de quienes conforman la mitad del país que rechaza el modelo populista que le ofrece el actual gobierno.
Luis Orea Campos