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13 de mayo de 2020

La elefanta Mara llegó a su nueva casa del Mato Grosso, en Brasil

Recorrió casi 3000 kilómetros desde el Ecoparque porteño. Apenas salió de la caja, jugó con agua y se tiró tierra. Mientras el mundo está confinado, ella por fin es libre.

El traslado de la elefanta Mara tuvo en vilo a dos países y, finalmente, se concretó. Llegó este miércoles al mediodía al Santuario de Elefantes de Brasil, ubicado en Chapadas Dos Guimarães, en perfecto estado de salud y manifestando buen ánimo.

Mientras sus cuidadores y todas las personas que seguían minuto a minuto su viaje en las redes sociales lloraban de emoción, la recién llegada se puso a jugar con agua y tierra en el que será su nuevo hogar.

Si algo logró Mara en sus más de 50 años de vida fue superar las adversidades. Primero, lo hizo al salir del Circo de Rodas, donde fue maltratada por casi 25 años; luego, pudo ponerle fin al encierro del zoológico. Tras su nacimiento en India, recorrió Alemania, Montevideo y Buenos Aires, pero siempre estuvo en cautiverio. Ahora, mientras el mundo está encerrado, ella por fin es libre y vivirá junto a otros ejemplares de su especie.

 

Para llegar al santuario, ubicado en el estado brasileño Mato Grosso, recorrió 2700 kilómetros en una caja. El viaje duró aproximadamente cuatro días, se realizó por tierra y contó con un protocolo de traslado especialmente adaptado a las exigencias sanitarias por la pandemia que estamos viviendo.

"Que Mara esté hoy en Brasil es el resultado de una decisión que tomamos hace mucho tiempo", resaltó Eduardo Macchiavelli, secretario de Ambiente de la Ciudad. "Trabajamos todos los días cumpliendo con todos los pedidos y las regulaciones legales. Un día nos sorprendió la pandemia, adaptamos el protocolo, y hoy, Mara camina en un ambiente natural por primera vez en su vida", detalló el funcionario.

Ahora la elefanta deberá cumplir con un proceso de adaptación que estará a cargo del personal técnico del santuario. En el mismo se la relacionará con su nuevo ambiente, dieta y manejo en general. Se extenderá el tiempo que ella necesite para lograr tomar este hábitat como propio.

“Estamos todos muy emocionados y conmovidos con el todo lo que significó el traslado de Mara. Es un animal muy querido, carismático y emblemático para los vecinos. Que pueda vivir el resto de su vida en ambiente natural es un mensaje y una lección para entender cuál es la relación que tenemos que tener con la naturaleza”, reflexionó Macchiavelli.

El subsecretario a cargo del Ecoparque, Federico Iglesias, que acompañó a Mara durante su traslado y fue mostrando minuto a minuto todos los detalles, contó que "el viaje fue largo pero en todo momento la elefanta estuvo muy bien y de muy buen ánimo además de estar permanentemente monitoreada por veterinarios y cuidadores”.

En las redes sociales del santuario también festejaron la llegada de Mara. "Bienvenida Mara! Después de 2000 kilómetros recorridos llegó el gran momento! Tu nueva vida está por comenzar", escribieron en Instagram junto a una foto de la elefanta.

El Santuario de Elefantes Brasil abarca 1133 hectáreas, lo que le dará más espacio con pastizales, arroyos, colinas escarpadas y la posibilidad de conocer a otros elefantes asiáticos que ya viven en la reserva. "El entorno en el que vive pasaría de ser de unos miles de metros cuadrados a hectáreas, entonces las escalas de las decisiones que podría tomar, de los desafíos que va a presentar en cuanto a las ofertas de comida, a los comportamientos, el vínculo con la tierra, con el agua y con otros elefantes, no tiene comparación", describió hace días el médico veterinario Guillermo Wiemeyer que trabajó en su traslado.

El viaje de Mara

Las fronteras estaban cerradas, pero eso no importó. El sábado 9 de mayo, Mara caminó lento por su recinto en el Ecoparque porteño e ingresó voluntariamente a la caja de traslado. Entre llantos y caricias de su cuidadores, veterinarios y personal que trabajó en su entrenamiento y cuidado, se dispusieron a comenzar el traslado.

Tal vez fue por la ansiedad, pero quienes la acompañaron contaron que viajó despierta. No salió de su caja en ningún momento y fue monitoreada cada dos o tres horas por parte del equipo técnico que la acompañó, alimentó, limpió y evaluó hasta Foz de Iguazú.

En el recorrido comió frutas y verduras, alfalfa, bambú y una nutrición suplementaria.

El lunes por la mañana llegaron a la aduana, donde se realizaron los trámites pertinentes. Allí, el equipo de veterinarios y cuidadores la abrazó por última vez y se hizo cargo de ella el equipo del Santuario de Elefantes.

Al día siguiente, la caja de traslado de Mara se cambió a un camión más chico y adaptado para la ruta brasilera.

Este miércoles, Mara descendió voluntariamente de la caja y caminó tímidamente por el campo. Comió hojas y se mostró de buen ánimo.

La esperanza de vida de un elefante asiático en cautiverio es de 75 años. Mara logró una nueva oportunidad y podrá mejorar su calidad de vida.

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