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21 de mayo de 2013

EL DETERIORO DEL TEATRO COLÓN: Malestar en la cultura

A 3 años de la reinauguración que costó $ 400 millones, el primer coliseo se ve sacudido por fallas edilicias, abandono del patrimonio histórico y una visión privatizadora que ahoga el talento argentino. Dos modelos en debate: producción propia o fábrica de negocios.

 

Para cuando, en 1928, se estrenó la célebre Ópera de Tres Centavos, el escritor Bertold Brecht había delineado una denuncia sobre la persistencia de la corrupción, la miseria y los abusos de poder. Tristemente, la mirada lúcida sobre la burguesía alemana parece no perder vigencia y encuentra un correlato en la que alguna vez fue la meca del arte. Antes, cuando decirse egresado o integrante de las compañías estables del Teatro Colón era garantía de excelencia y futuro renombre, a ninguno de sus artistas se le hubiera ocurrido suponer la actualidad que vive el que fuera uno de los cinco mejores teatros para la ópera del mundo. Hace casi tres años, un sonriente Mauricio Macri encabezaba la reinauguración del máximo coliseo nacional. 1.100 días habían pasado desde el cierre. Las refacciones le demandaron al gobierno porteño 400 millones de pesos. En septiembre de 2012, la Auditoría General de la Ciudad (AGCBA) presentaba el único informe realizado sobre la administración del teatro. En la mayoría de los ítems analizados, el Ente Autárquico que administra el Colón falló en informar en qué gastó las decenas de millones de pesos que maneja sólo en concepto de gastos extraordinarios. Aunque pasó más de medio año, hasta la fecha no hubo ninguna precisión del ente que administra los destinos del centenario teatro, según fuentes internas de la auditoría.
“Nosotros veníamos denunciando cómo este proyecto de refacción sería la punta de lanza de una nueva concepción del Colón”, dice Máximo Parpagnoli, fotógrafo del teatro desde 1984 y delegado por la Asociación de Trabajadores del estado (ATE) hace diez años. “Es cierto que, en parte, la reforma fue una puesta en valor porque el teatro estaba muy venido abajo. Pero en este momento los daños ya pueden verse en partes de la fachada y paredes del subsuelo, que son lugares de circulación. Si uno pondera cuánto se gastó y en tres años se está en esas condiciones, cuanto menos hay un trabajo mal hecho”. El delegado critica la tarea de arenado de las paredes externas, a las que ingresó agua a presión para la limpieza y oxidó la vieja estructura de vigas de hierro. También cuestiona el estado de conservación de las prendas y telones, que fueron trasladados a otras dependencias municipales durante el cierre. “Gran parte del material textil húmedo hay que tirarlo a la basura porque no admite secado: estuvo en containers que no eran herméticos, sin presurización ni control de humedad. Así se descartaron cantidades exorbitantes de ropa y zapatos, artículos de utilería y de escenografía”.

–¿Cuál es la respuesta institucional a esos reclamos?

–Nosotros iniciamos causas judiciales por el patrimonio, y en la Legislatura García Caffi dijo que no había patrimonio histórico fuera del Colón, porque ellos sólo consideran el patrimonio inmueble. La UNESCO dice que el patrimonio no comprende sólo a los edificios sino también a su contenido. También es patrimonio lo intangible, es decir, la experiencia de los trabajadores.

La AGCBA evaluó las compras y contrataciones realizadas durante 2011. Entre las tantas irregularidades destacó que el ente no informó sobre siete contrataciones directas realizadas por un total de 19,3 millones de pesos. Además, el informe insistió en que, pese a los reiterados pedidos, la dirección nunca respondió en qué se gastaron los 11 millones de pesos que se transfirieron a la Fundación Teatro Colón. Frente a los números, los trabajadores se enervan porque, según dicen, para dar respuesta a sus reclamos nunca hay plata. “Hay un problema económico en el teatro. A veces nos preguntamos si el dinero desaparece, porque los trabajadores estamos postergados y cada vez que necesitamos mejorar las condiciones de trabajo terminamos poniendo el grito en el cielo para ser escuchados”, sintetizó Federico Fernández, primer bailarín. “El Colón tiene un presupuesto alto, pero está todo mal programado”, se quejan los artistas. La principal crítica es que, si bien se habla de popularizar el Colón, la entrada no baja de 600 pesos en promedio para los espectáculos regulares. “El año pasado hicimos La Bella Durmiente a teatro lleno –recuerda Fernández– pero no se agregó ni una función. Al mismo tiempo se preocupan por traer obras de afuera”. El enojo no es menor si se calcula que por año se programan cinco temporadas de ballet y cada una tiene seis funciones: eso significa que un primer bailarín sale a escena sólo diez veces al año. 

Otra controversia que desnudó la AGCBA fue por la venta de entradas. El informe consigna que durante 2010 el teatro “adquirió el servicio de emisión, expedición y cobro de entradas mediante contratación directa por un total de 407 mil pesos”, pero el Ministerio de Hacienda informó a la Auditoría que la cantidad de compras bajo esta modalidad fue de 19,7 millones. Además, el informe denunció que, de los 12 expedientes de contratación directa, sólo pudo auditar ocho.
“Existe un presupuesto anual de 320 millones de pesos, lo que representa un 30 por ciento del presupuesto de Cultura de la ciudad”, dijo Parpagnoli.
–¿Es mucho o poco?

–Para el tipo de prestación actual, ese presupuesto es muchísimo. En este momento está dando ocho títulos, de los cuales cuatro vienen de afuera. En el 2006, nuestro promedio era de diez a doce títulos por año, el doble de obras que actualmente.

Esta semana, el ballet estable del Colón emprendió una gira internacional por Asia, presentando Trilogía Neoclásica en el Royal Opera House Muscat. “Ahora viajamos a Omán, y no nos llevan en colectivo porque no hay otro medio de transporte posible más que el avión. El teatro debería gestionar giras para la compañía. Como esto no ocurre, la dirección de ballet se pone la tarea a los hombros. La directora, de motu proprio, contacta a los teatros y gestiona. El teatro no paga ni los viáticos”, asegura Fernández. A la vuelta de la gira internacional el bailarín deberá emprender junto a la compañía una serie de shows por Corrientes y Paraguay en ómnibus.

Otro de los problemas que se suscitaron luego de la reinauguración en 2010 fue la reducción del espacio físico. “El tema es clave –agrega Fernández–. El cuerpo estable cuenta con tres salas de ensayo, de las que se usan solamente dos porque una no se arregló. Solamente tienen que solucionar un problema en el piso y la respuesta es siempre que no hay plata”.

Hasta que comenzaron las obras, en el teatro funcionaba el emblemático Instituto Superior de Arte que desde 1960 formó a profesionales de altísimo nivel como Julio Bocca y Paloma Herrera. Hoy, el dictado de clases está repartido en otros espacios, con horarios reducidos. De eso el Gobierno de la Ciudad prefiere no hablar: el director Pedro García Caffi no contestó al cuestionario enviado por la revista. “Hasta el 2010 el teatro contaba con salones propios que se tiraron abajo para hacer oficinas”, denuncia Fernández. El instituto tampoco tiene gabinete psicológico, kinesiólogo o nutricionista, elementos vitales para el desarrollo de los futuros profesionales. “Acá se formaron grandes bailarines de nuestro país y hoy es la nada absoluta. Esta es la mejor manera de desmantelar a un instituto que funcionó toda la vida”.

Las becas y subsidios otorgados por el ente a personas físicas y jurídicas, que para el año 2010 fueron de 1,4 millones de pesos, representaron otro escollo en la investigación. La administración del teatro nunca dio detalles sobre el destino de esos fondos. A la hora de auditar el uso de la caja chica, la AGCBA informó que hubo tickets por 154 mil pesos en concepto de gastos telefónicos, restaurantes, viajes en taxi, estacionamiento, lavaderos y peajes de los que no se sabía a qué funcionario pertenecían ni para qué espectáculo se habían utilizado. En las cajas chicas especiales la cosa no anduvo mejor, se abonaron 20,3 millones en concepto de honorarios de artistas. Entre la documentación había pagos de viáticos y pasajes al exterior, cuando ese tipo de gastos están restringidos según la normativa del Ministerio de Hacienda. En relación a las cajas especiales, la Auditoría revisó los gastos operativos para servicios de seguridad y vigilancia, compras, equipamiento de oficinas y alquiler de vestuario, que le costaron al ente casi 14,3 millones, en compras en las que no se aplicaron los procedimientos que prevé la normativa.

–¿Varió el número de trabajadores en esta gestión?

–En valores constantes no, porque hubo traslados, desplazamientos y trabajadores jubilados que fueron reemplazados por contratados. Creo que la planta estable está entre 800 y 850 como mucho, más 400 contratos, somos los 1.250 históricos. Es un teatro oficial, de producción propia y con cuerpos estables. Desde la idea original hasta la puesta en escena, todo se hace en su interior: el vestuario, la carpintería, maquillaje, sastrería, luces y puesta en escena.

–¿Cuál es la crítica entonces?

–Se dañó la capacidad de la cadena productiva, apuntaron a eso. Desde hace mucho tiempo está la controversia de qué hacemos con el teatro: si continuamos con la producción propia o hacemos una fábrica de negocios. Para eso, la parte del león del gasto está en el personal y si se baja ese gasto la plata remanente se puede usar para traer títulos desde afuera. ¿Qué les impide usar el teatro para la serie de conciertos extratemporada?

Parpagnoli se refiere a una serie de conciertos que nada tienen que ver con la lírica o la sinfónica y que fueron anunciados. Para fines de mayo subirán al escenario varias vocalistas en un espectáculo llamado Las Elegidas, compuesto por Valeria Lynch, Lucía Galán, Marcela Morelo y Sandra Mihanovich, entre otras, y no se descarta la presencia de Karina, la Princesita. Durante el mes de septiembre se va a presentar Cacho Castaña con el acompañamiento de la filarmónica del teatro, y Charly García and The Prostitution. De los tres shows, sólo el de Castaña sería gratuito. “Sin abrir un juicio de valor en relación a esos artistas, hay una cuestión técnica del teatro, que fue concebido con un tipo de arquitectura y acústica que no necesita amplificación porque es apto para sinfónica, lírica y coreográfica –agrega Parpagnoli–. Ninguno va a cantar a capella, calculo. Pero también se escucha mal por la reverberación acústica que tiene el teatro”.

El Ente Autárquico Teatro Colón se creó bajo la ley 2.855 en 2008. Tras su apertura, en mayo de 2010, se suscitó un conflicto gremial que culminó en despidos y también en la suspensión de funciones. Fue tal la repercusión que hasta Plácido Domingo, de paso por el país, se solidarizó con los trabajadores ofreciéndose para mediar entre las partes. Los delegados iniciaron dos causas, ambas tramitadas en el fuero contencioso administrativo y tributario: la 34.102, por la que la Justicia debería expedirse en relación a 280 empleados que la dirección del teatro decidió trasladar al área conocida como Registro de Agentes en Disponibilidad, y la causa que lleva el número 36.151, que tiene relación con la discusión del patrimonio. En el camino, siete delegados fueron despedidos. “Nos pusieron en la mira y aprovecharon el conflicto de 2010 para iniciar sumario a todos los delegados de ATE, pero por esa condición nos iniciaron una exclusión de tutela”, continuó Parpagnoli. “Se abrieron siete causas individuales que tuvieron suertes diversas y en el caso reciente del delegado Pastor Mora, el tribunal falló en su contra”. 

–¿Qué pretende el macrismo con el Colón?

–Convertirlo en un teatro donde lo lírico sea un accesorio al principal interés de usar la sala, orientada a cualquier otro tipo de eventos e incluso alquilarla a terceros con un beneficio para la ciudad. Es un teatro oficial y público donde lo principal debería ser multiplicar el rédito social y cultural. A Macri eso no le interesa y eso se nota en los precios de las entradas, que aumentaron en algunos casos en un 1.200 por ciento. Hoy por hoy, el grueso del público lo compone el turismo de alto poder adquisitivo, y quedan muy pocos abonados. 
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