Los instantes que siguieron al nacimiento de Alejandro, hoy de siete años, no fueron fáciles. En ese momento sus padres comprobaron que el pequeño había nacido con un problema: no tenía el brazo derecho. Pese a todo, el chiquito tuvo una vida normal, aunque su familia no cesó en su lucha por conseguir una prótesis. Fue entonces que lo que no les permitió el dinero lo obtuvieron gracias al ingenio.

Miriam y Hugo Calatayú vivieron con total normalidad el embarazo de su tercer hijo. No obstante, relató el padre, el parto trajo consigo una enorme sorpresa: "A Alejandro le faltaba una de sus extremidades y los ánimos se nos vinieron al suelo. Sus hermanos no encontraron consuelo y fue un momento muy difícil para todos". Desde ese momento, comenzaron a buscar la manera de colocarle una prótesis, pero no hallaron la solución esperada. "Fuimos al Hospital Garrahan, donde nos dijeron que era muy chiquito para ponerle una prótesis, ya que sólo tenía dos meses y que recién cuando fuera adolescente se la tendría que hacer", siguió. Sin embargo, ese nuevo golpe no los detuvo.

Demasiado caro

Una de las primeras alternativas se las recomendó un médico de España, quien aconsejaba que a los bebés les colocaran las prótesis lo más pronto posible, ya que, de esa manera, la podría asimilar más rápido. Pero esta opción era casi imposible debido a la economía familias. Es que su costo alcanzaba los 48.000 euros y a medida que pasaba el tiempo, debía ser renovada.

Este nuevo revés tampoco los detuvo, como no pudo hacerlo nunca con el chiquito, a quien le gusta mucho bailar, dibujar y escuchar música. "Es famoso en todo el barrio. Él saca los parlantes afuera y se pone a bailar sin ninguna timidez. En la escuela es muy querido y sus maestras lo ayudan muchísimo", señaló su mamá, quien agregó que "no es bueno que lo traten de ‘pobrecito’". "El ya nació así y por eso no siente sus limitaciones. Se cuelga de los árboles como cualquier otro chico y es un niño feliz", agregó.

Ingenio

El padre de Alejandro, docente de inglés, tiene como hobby crear artesanías en madera. Gracias a eso, en Tecnópolis conoció a "unos ingenieros que mostraban el uso de las impresoras 3D". "Uno de ellos nos motivó a comprar una ya que nos permitiría hacerle la prótesis a mi hijo", contó.

Sin perder tiempo, consiguieron la máquina y Hugo Calatayú comenzó a buscar información sobre su funcionamiento. "Fue difícil, se pueden modificar los diseños según los requerimientos personales, tenía que combinar las distintas partes de la prótesis. No se podía armar completa, fue prueba y error miles de veces, hasta que llegamos a hacerlo", concluyó, orgulloso por haber cumplido el sueño familiar.