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20 de mayo de 2015

La Argentina se Suicidó By Enrique Guillermo Avogadro

"La vejez consiste precisamente en no poder elegir y en tener que asimilarte
por la fuerza a esa manga de ignorantes modernos que te ponen un revólver de
futuro en la nuca". Jorge Fernández Díaz



Falta muy poco ya para que el título de esta nota aparezca, en letras tamaño
catástrofe, en la portada de todos los diarios del mundo. Y no será para
menos, porque han sido muy pocas las naciones que, en la historia, hayan
decidido voluntariamente poner fin a su vida.

Esta semana hemos probado que, así como ya no nos unía el amor, tampoco lo
hace el espanto. Sin reaccionar de modo alguno, presenciamos la terrible
denuncia de Alberto Nisman contra la noble viuda, su Canciller y distintos
corifeos menores, por encubrir a los autores del peor acto terrorista que
sufriera la Argentina, el magnicidio del Fiscal cuatro días después y del
cual nada se sabe a cuatro meses de sucedido y, ahora, el horroroso
mamarracho, un verdadero golpe de Estado, que el Gobierno está ejecutando
contra la Justicia y todas las instituciones que quedaban en pie.



Por orden directa de la Presidente, los diputados del bloque oficialista
formaron una "comisión especial", expresamente prohibida por la
Constitución, para "investigar" el estado de salud, físico y psíquico, del
Dr. Carlos Fayt, el Ministro decano de la Corte Suprema. El objetivo es,
claro, obligarlo a renunciar, para generar así dos vacantes en el Tribunal
supremo; pretenderá, si lo logra, negociar la incorporación de jueces que le
garanticen un horizonte penal menos complicado o, como mínimo, paralizarlo y
evitar que resuelva en las causas que más nerviosa mantienen a Cristina
Kirchner.



Por ahora, no cuenta con los votos necesarios en las dos cámaras del
Congreso para expulsar al Dr. Fayt de su cargo por la vía del juicio
político y, tampoco, para designar a nuevos integrantes de la Corte; pero
ese delicado equilibrio podría verse prontamente alterado si, como ha
trascendido, una traición al país de Adolfo Rodríguez Saa facilitara al
Gobierno alcanzar las mayorías especiales que necesita para consumar el
asesinato de la República.



El domingo pasado propuse que el Dr. Fayt aceptara someterse a los exámenes
que le exige el Gobierno, con la condición de que la Presidente hiciera lo
mismo. La penúltima cadena nacional lo tornó innecesario, porque demostró,
más allá de cualquier duda, que tiene las facultades mentales alteradas.
Sólo una demente(a) pudo haber enrostrado a los líderes sindicales adeptos
-Yaski, presente- exigir aumentos que superan el 30% para 2015,
comparándolos con sus homólogos españoles, que recibirán un incremento del
1% en los tres años siguientes; confirmando la gravedad del mal que la
aqueja, olvidó un pequeño detalle: la inflación local excede lo que piden
los gremios, mientras que en España se espera una deflación de 1%; o sea,
aquí los salarios pierden poder adquisitivo mientras que allí lo ganan. Los
aplausos de su adocenada tropa a cada discurso, en general una sarta de
sandeces, también justifica el título de esta nota.



A esa deleznable maniobra legislativa, se sumaron los ataques mediáticos de
los más notorios voceros del kirchnerismo: el Jefe de Gabinete, Anímal
Fernández -quien huyó escondido en el baúl de un auto ante la Justicia que
lo buscaba cuando era Intendente de Quilmes-, el ex Juez de la Corte, Raúl
Zaffaroni -propietario de prostíbulos y confeso evasor de impuestos-, el
asesino montonero Carlos Kunkel y la ya incalificable Hebe de Bonafini,
tradicional apóloga del terrorismo y famosa ladrona de dineros públicos.
Tampoco reaccionamos cuando ésta propuso, literalmente, tomar el Palacio de
Justicia, cual si fuera el Palacio de Invierno de los zares.



En la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados que conformó el
mamarracho descripto, el oficialismo archivó los pedidos de apertura del
proceso a Guita-rrita Boudou, doblemente procesado por corrupción, a Alicate
Timerman y ¡Giles! Carbó, y el Consejo de la Magistratura hizo lo propio con
el más indigno de los jueces federales, Anillo Oyarbide, demostrando que ya
ni siquiera importan los costos que derivan de la manifiesta desvergüenza.
Ninguna de estas atrocidades, sin embargo, irritó siquiera levemente la
epidermis social, obnubilada por la seguidilla de superclásicos del fútbol,
que tan mal terminó, en una nueva demostración de en qué nos hemos
convertido.



Hace algún tiempo, ante la evidencia que brindaba en cada sesión el
oficialismo al imponer sus mayorías para lograr la sanción de leyes sin
molestarse en oír la opinión de las bancadas opositoras, sugerí a éstas que
lo deslegitimaran dejándolo en soledad y sesionaran, a partir de entonces y
en paralelo, en una carpa frente al Congreso; hoy, asqueado de la situación
en que se encuentran todos los organismos de control, incluido el propio
Consejo de la Magistratura, recomiendo que en ellos se haga lo mismo para
que la responsabilidad de este zafarrancho deje de mancharlas. No deberían
olvidar que, salvo algunos historiadores puntuales, nadie leerá los diarios
de sesiones, pero los nombres de sus miembros integrarán las listas de
diputados y senadores que lo hicieron o lo toleraron, avergonzándolos por
igual en el futuro.



La responsabilidad de esta desquiciada realidad nos corresponde a muchos;
unos por acción y, la gran mayoría, por omisión, hemos puesto nuestro grano
de arena para construir el cadalso en que la Argentina se ha colgado,
mientras se transformaba en un triste remedo de la Venezuela de Maduro.



Quienes hubiéramos debido hacernos cargo de las responsabilidades que la
sociedad nos había impuesto por cultura, por fortuna o por oficio, hemos
desertado miserablemente frente a ellas y cada cual exhibe, con impudicia,
los purulentos chancros que son su consecuencia: los grandes científicos y
pensadores han huido, los empresarios sólo buscan cazar en un protegido
zoológico, los dirigentes sindicales se enriquecen y defraudan a sus
representados, los militares están hartos de ser utilizados y condenados
luego, los maestros luchan por prebendas y sueldos en lugar de enseñar, los
jueces trafican sus sentencias, los legisladores "banelquizan" sus votos,
los ministros y policías se convierten en cómplices del narcotráfico, los
candidatos a todos los cargos agotan las existencias de garrochas, los
punteros políticos y dirigentes deportivos y hasta los jugadores mercan con
los "barras", los estudiantes juzgan a los profesores, los periodistas se
venden al mejor postor, los espías extorsionan, ....

Impera, desde hace años, el "sálvese quien pueda" y, evidentemente, eso nos
llevó al suicidio.



El estruendoso silencio de los líderes de la oposición ante todo lo que está
ocurriendo tanto en el campo político cuanto en lo económico y social, a
pesar de lo denodada que parece su lucha por hacerse con la infausta
herencia, ya clama al cielo. En medio del naufragio, todos evitan hablar del
gigantesco iceberg contra el cual el kirchnerismo estrelló a propósito la
nave nacional, mientras bailan en cubierta al son de la orquesta de Tinelli.




Bs.As., 17 May 15



Enrique Guillermo Avogadro

Abogado


E.mail: [email protected]
E.mail: [email protected]

Twitter: @egavogadro

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