Antes, al mediodía, un coro de chicos de La Matanza y un grupo de pacientes del sector de oncología del Hospital de niños Juan Garrahan le dieron al plantel su primer adiós antes del viaje a Brasil. Luego, al salir del predio de Ezeiza, fueron pequeños momentos los que quedarán en las retinas de los hinchas, sobre todo de los más pequeños, a caballito de sus padres y con la casaca de Messi, pero suficientes como para que el recuerdo no sea uno más. Desde el micro, ploteado con la leyenda "vamos Argentina", los rostros de los jugadores prolijamente vestidos con ambos negros, camisas blancas y corbatas a tono con el traje, eran de satisfacción, de emoción, estaban marcados por la misma ilusión de quienes estaban debajo. El ómnibus salió por una puerta lateral a la principal pero no impidió que algunos hinchas se conviertan en avezados atletas, y cual Usain Bolt emprendan una alocada carrera persiguiendo al vehículo que transportaba los sueños compartidos. Al menos, esos fanáticos tuvieron la suerte que le faltó a los hinchas que aguardaron en el aeropuerto de Ezeiza, porque el micro tomó el camino del Barrio Uno e ingresó a la terminal aérea directamente hacia la pista, sin tomar contacto con ellos. Allí aguardaba al plantel el avión, el Boeing 737-700 también vestido para la ocasión al igual que los jugadores, con la misma leyenda que el micro, con las imágenes de Lionel Messi, Gonzalo Higuaín y Sergio Agüero en sus laterales, y con la ilusión de todo un país a bordo.