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26 de agosto de 2013

Columna de opinion y actualidad

CEFERINO NAMUNCURÁ
Un especial para Los Toldos es noticia
Por María Elena Romero de Tassara (*) Vaya a la sección leer mas!

"Sonríe con los ojos", decían de Ceferino sus compañeros. Era el alma de los recreos, en los que participaba con creatividad y entusiasmo. Ceferino cautivó rápidamente a todos con su bondad, simpatía y algunas habilidades indígenas. Desde que tomó su primera comunión, su fe y devoción iban en aumento. Una de sus grandes pasiones era cantar para expresar su fervor espiritual y llegar a ser sacerdote para servir al Señor y a los hermanos.

“Beato Ceferino, nos encomendamos ahora a tu poderosa intercesión: ayúdanos en nuestro camino, para que podamos avanzar también por las sendas de la santidad, cumpliendo bien los deberes cotidianos”. Así se expresaba el cardenal Tarsicio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, en la celebración eucarística de beatificación de Ceferino Namuncurá, que tuvo lugar el 11 de noviembre en Chimpay, diócesis de Viedma

Ceferino nació en Chimpay, provincia de Río Negro, en la margen derecha del Río Negro, cerca de Choele Choel, el 26 de Agosto de 1886. Su padre, era el famoso cacique araucano Manuel Namuncurá, que gobernaba uno de los grandes reinos indígenas de la región pampeana llamado Salinas Grandes, hasta que en el año 1884, después de muchas luchas y sufrimientos decide rendirse y viaja a Buenos Aires donde no le reconocen haber sido dueño de grandes extensiones y le dan un pequeño territorio llamado Chimpay, donde nace Ceferino. Este “lirio de las pampas” era un niño servicial con su familia, con la gente, y muy trabajador. Tenía un gran deseo y se lo pedía a su padre que lo llevara a Buenos Aires a estudiar; para algún día poder ayudar a su gente, que vivían en condiciones miserables. Viaja a la ciudad de Buenos Aires a la edad de once años y comienza a estudiar en el colegio Pío IX, de los salesianos. Estudia, comparte con sus compañeros y es allí donde descubren que padece de tuberculosis por lo que lo trasladan a un colegio en Viedma; él sigue preocupado por los demás, por consolar y acompañar a los que estaban tristes, sin perder de vista su deseo, su propósito: de llevar un conocimiento más profundo del Señor a sus hermanos de raza.

En 1904, el monseñor Cagliero, que era su protector, tiene que partir a Roma y lo lleva con él; pensando que el clima de Italia podría sentarle bien. Su salud se empeora, tiene que abandonar sus estudios, pero él ha desarrollado en su interior, una actitud de profundo abandono a la voluntad de Dios. Lo internan y unos meses después muere con tan solo diecinueve años, resignado a la santa voluntad de Dios; tranquilo en su alma, paciente y risueño en sus dolores. Ceferino es argentino, un hijo de nuestras pampas, que nos ha dejado un ejemplo precioso de fortaleza en la adversidad, de alegría de amor a Jesús y de generosidad fraterna. “Beato Ceferino, guíanos con tu mirada sonriente y muéstranos el camino del cielo. Acompáñanos a todos al encuentro de tu amigo Jesús” (Homilía de la beatificación).

(*) Consagrada en el Movimiento de la Milicia de la Inmaculada.

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