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13 de abril de 2022

Lo único que nos faltaba: los consejos de Cavallo por Hernán Andrés Kruse

Como sentenció en más de una oportunidad el popular y polémico conductor de televisión Jorge Rial, Argentina es un país generoso, extremadamente generoso...

 Todos los argentinos coincidimos en algo: la economía es un desastre. Alberto Fernández carece de un plan económico serio que inspire confianza. No existe un verdadero ministro de economía sino una serie de funcionarios que dominan áreas específicas pero que lejos están de funcionar de manera coordinada. Guzmán y Kulfas responden a Alberto, que en materia económica piensa “blanco”, mientras que Feletti responde a Cristina, que en materia económica piensa “negro”. El resultado de semejante improvisación es obvio: la inflación impone, una vez más, sus códigos. Y cuando la inflación se descontrola la paz social corre serio riesgo. La historia se ha encargado de ponerlo en evidencia de manera dramática.

En momentos de turbulencia económica emergen como hongos los expertos que, aprovechando las oportunidades que les brindan los medios de comunicación, aconsejan al gobierno de turno. La mayoría de esos expertos enarbolan las banderas de la ortodoxia económica bendecida a nivel planetario por el consenso de Washington. Lo notable es que esos expertos son incapaces de reconocer que sus recetas neoliberales fracasaron estruendosamente cada vez que fueron aplicadas en nuestro país. El que más sobresale por su cinismo y amoralismo es Domingo Felipe Cavallo, el economista más conocido de la Argentina a nivel planetario desde hace varias décadas. Desde hace un tiempo Cavallo viene apareciendo en los medios de comunicación anti K haciendo un análisis de lo que está aconteciendo en materia económica y brindando las soluciones que considera adecuadas. Habla con una desenvoltura notable y si alguna persona proveniente de lo más profundo de África lo escuchara sin conocer su biografía, jamás sospecharía que ese cordobés que pontifica fue uno de los responsables más importantes del desastre económico que nos agobia desde hace mucho tiempo.

Debo confesar que me provoca náuseas cada vez que escucho o leo a Cavallo brindando consejos económicos. Porque cuesta creer que semejante personaje tenga el tupé de hablar de economía como si nunca hubiera tenido nada que ver con lo que nos pasó a partir de principios de la década del ochenta. Nos considera una manga de pelotudos incurables. Pero como no todos somos tan pelotudos es bueno recordar de quién estamos hablando. Cavallo fue el responsable de la estatización de la deuda en 1982, de la convertibilidad y del corralito. Siempre favoreció a los grupos económicos concentrados nacionales y extranjeros, y jamás hizo ningún tipo de autocrítica. Le importó un rábano el daño que causó a los jubilados al recortarles el 13% de sus haberes en julio de 2001 y meses más tarde al confiscarles sus ahorros depositados en los bancos. Pues bien, este nefasto personaje quiere presentarse nuevamente como el salvador de la patria.

A continuación paso a transcribir el siguiente párrafo del libro de María Seoane “El saqueo de la Argentina” en el que describe la estatización de la deuda en 1982.

“El dos de julio de 1982, tres meses después de la derrota, Cavallo asumió la presidencia del BCRA, acompañado en la vicepresidencia por Rodolfo Campbell Clutterbuck, el malogrado introductor de Gaith Pharaon en el circuito financiero argentino-según el Informe Carrió-y empresario de Alpargatas. Como director, acompañaría a Cavallo Amalio Humberto Petrei.

El mejor servicio de Cavallo a las grandes empresas que financiaban su fundación fue la comunicación A 137 (una de las doscientas circulares que emitió en menos de los dos meses en que ejerció la presidencia) por el cual se licuaron los pasivos empresariales. En esa tarea lo acompañaron Murolo, el peronista Horacio Pericoli y el hijo del general, Horacio Liendo (h), quien sería el más estrecho y permanente colaborador de Cavallo. En rigor, fue una medida que había comenzado el ex ministro de Hacienda, Sigaut, y que completaría luego, en democracia, José Luis Machinea cuando presidió el BCRA (…).

Cavallo planeó esta movida financiera en reuniones privadas, fuera del BCRA, con sus asesores inmediatos y no con funcionarios de carrera del banco. En su primer discurso por la cadena nacional de radiodifusión, en julio de 1982, Cavallo se refirió a los deudores hipotecarios por la circular 1050 y fijó para ellos y los empresarios topes para los intereses que cobraban los bancos y una refinanciación del capital, lo que permitiría ir licuando deudas. También habló de los seguros de cambio, garantía estatal para las deudas privadas en dólares de las empresas (…).

Según Basualdo, treinta grupos económicos locales y unas cien multinacionales concentraron el 80 por ciento de ese traspaso de deuda privada al Estado. Cuando comenzó a ser criticado por lo que se conoció como la estatización de la deuda externa privada, Cavallo se justificó diciendo que el aparato productivo estaba al borde de la quiebra, y que la crisis que se heredaría de la dictadura, responsable de un colosal proceso de desindustrialización que luego no se remontó, sólo sería paliada si se repartían las cargas a toda la sociedad”.

Hernán Andrés Kruse

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