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19 de junio de 2017

“Sueñen cosas grandes” Reflexión de Jonatan Ruiz sobre la importancia de seguir los sueños.

Ningún ser humano vive sin una filosofía de vida, todos andamos por la vida soñando, creyendo cosas, y cumpliendo sueños, y de eso se trata, de creer y cumplir nuestros sueños.

Desde muy jovencito sin previa educación católica, mi abuela me hizo conocer a Dios, y a pesar de que ella no sabía leer ni escribir, muchas tardes, mientras ella dormía la siesta, antes de que se duerma, yo le leía la Biblia. De a poco fui conociendo a Dios, y cuando sos jovencito esa relación con Dios se vuelve más una relación de afecto que de racionalidad, más aun, cuando el tiempo pasa y los años nos cubren, nos damos cuenta de que Dios es mucho más que eso.

A los 14 años me vi junto al Padre Liborio Pérez (88) en la Parroquia San Martin de Porres de Bragado, preguntándole muchas cosas acerca de Dios, y cuando quise acordar, estaba tomando mi primera comunión, ¿yo buscaba a Dios, o él me estaba buscando a mí?. Los años pasaron, y comenzamos junto a algunos amigos un grupo de jóvenes, que reivindicaba la obra de San Juan Pablo II, y que disfrutábamos de celebrar la amistad en Dios, y sobre todo disfrutábamos también de la ayuda y la solidaridad con los “grandes olvidados”, un término que una vez utilice para referirme a los ancianos que son la parte excluida de nuestra sociedad. Fue así que durante más de 10 años, visitamos los hogares de nuestra ciudad, y también realizábamos colectas alimentarias y de indumentaria para los niños de los hogares, era un deleite, éramos compinches, y sobre todo en amistad también celebrábamos la Eucaristía, y todos los años nos reuníamos en un campo para aprender más de nuestra fe y formarnos. 

Los caminos individuales se iban formando, y poco a poco los estudios universitarios nos alejaban de eso que era nuestro refugio, nuestra segunda casa: la iglesia, pero así también en los lugares donde estudiábamos también seguíamos formándonos en la fe y nos manteníamos unidos a pesar de la distancia, fue siempre San Juan Pablo II ese puente entre ciudad y ciudad que nos unía al decirnos que Él creía en la juventud, en los sueños y sobre todo en que éramos nosotros el verdadero futuro de una sociedad que poco a poco se lastimaba con los vicios más superficiales y prometedores de la felicidad. Una creencia puramente falsa.

Vivimos momentos únicos, algunos tristes y otros alegres, sobre todo aquel acontecimiento para cada Argentino, pero sobre todo para cada cristiano que fue el nombramiento del Cardenal Jorge Bergoglio como Papa bajo en nombre de Francisco, ¿Cómo no estar feliz con semejante noticia?

Nos surgió a un grupo de amigos, ir a conocerlo, estar cerca de él, pero claro, los miles de obstáculos que la vida ofrece, te estancan, te dicen que no podes, que soñar esta bueno, pero que esos sueños no se concretan. Una vez el Santo Padre Francisco en Cuba dijo: “Un poeta latinoamericano decía que nosotros tenemos dos ojos, uno de carne y otro de vidrio; con el ojo de carne vemos lo que miramos, y con el ojo de vidrio vemos lo que soñamos” y añadió: - En la objetividad de la vida, debe entrar la capacidad de soñar, y un joven que no sueña, esta clausurado en sí mismo, está encerrado en sí mismo. Claro, uno a veces sueña cosas que nunca van a suceder, pero, soñalas, anímate a soñar cosas grandes, a descubrir nuevos horizontes”, y nosotros, bajo esa premisa, se nos ocurrió soñar un poco más de la cuenta.

Fue así, que comenzamos a “delirar” con ir a Roma, estar cerca de Él, verlo, y hasta charlar, y aunque parecía una misión imposible, teníamos en claro que en verdad lo queríamos. Los jóvenes que decidimos ir, algunos no habían salido nunca del país, más aun, algunos no habían si quiera conocido la costa Argentina, ¿Cómo lograrlo?.

Sin dudas, poco a poco, cuando uno tiene en su mirada lo que quiere, y si eso que quiere es por una causa noble, se dice que el universo conspira para lograrlo, pero más que el universo yo diría que es el guiño de Dios, que te dice: Si lo quieres, lucha y cumplí tu sueño, mejor dicho como lo refleja el Evangelio según San Mateo: “< Pidan y se les dará, busquen y encontraran, llamen y se les abrirá, porque todo el que pide recibe, el que busca halla y el que llama, se le abrirá>”

Así fue, que pudimos un día entrar al Aeropuerto de Ezeiza por primera vez y hacer la fila para despachar la valija y subir a un avión con destino a Roma. Cuando quisimos acordar en aquel diciembre del 2016, nos encontrábamos cerca del arbolito de navidad que habían colocado en la plaza de San Pedro, y el sueño estaba casi concretado. El miércoles seguido a ese día, fuimos a la audiencia general a escuchar el Evangelio que el Papa da a todos los feligreses en múltiples idiomas. Estábamos cerca de Él, muy cerca. Cuando concluye el acto, el Papa Francisco, baja a saludar a los enfermos que habían concurrido, y estando a 5 metros nuestro, recuerdo que nos mira a los ojos y con una seña nos dice: “Ahora vengo…”, saluda a todos, y al final, se viene acercando hacia nosotros. Una caminata lenta, firme y con una sonrisa se acerca a nosotros, y nosotros nerviosos, temblorosos y con mucho miedo, lo esperábamos para abrazarlo. En ese momento el tiempo se detuvo, y por dentro dijimos como casi en un reproche: “Si se podía…”. Francisco se acerca, besamos su anillo como signo de amor y fe a la iglesia que amamos, y le dijimos: “Papa Francisco, venimos de Buenos Aires, del interior, y queremos contarle un sueño que tenemos, queremos ir de la mano con San Juan Pablo II hacia Panamá 2019, y cumplir nuestros sueños, queremos que bendiga nuestro proyecto”, y él, sonriente y feliz de estar junto a la juventud nos dice: “Y bueno, Háganlo”, luego, le dimos obsequios, compartimos un mate, nos sacamos fotos y mirándolo de reojo, le digo: “¿lo puedo abrazar?”, “claro que si” – me contesta. En ese abrazo deje mi vida, ahí estaba el sentido a lo que mi abuela me hacía leer desde chiquito, ahí en ese abrazo estaba el abrazo de Jesús que internamente me decía: “Pidan y se les dará”. Ese día marco un antes y un después en nuestras vidas.

Todo esto no puede quedar en la nada, todo esto es un regalo que queremos contarle a los jóvenes, queremos despertar la capacidad de soñar de muchos jóvenes que aún se encuentran estancados, siguiendo promesas vacías, o viendo que hacer en la vida. Si tu meta es lograr un título universitario, tienes que darle el cimiento que hace posible ese sueño, y ese cimiento firme y fructífero es Dios, si quieres formar una familia, tienes que tener en cuenta a Dios para poder hacerlo, si tu sueño es viajar, ¿Cómo no llevar a Dios como acompañante?, claro está que a Dios no se lo ve, pero como Saint Antoine de Exupery, le hace decir al principito: “lo esencial es invisible a los ojos”, no se trata tanto de si nosotros buscamos o no a Dios, sino de que si estamos dispuestos a dejarnos encontrar por El.

Hoy la juventud tiene un potencial que esta opacado por muchas promesas de las cuales nunca se sale, nos enseñan a vivir para trabajar y morir, no nos enseñan a vivir por el otro, a trabajar por el otro y a morir por el otro. Los jóvenes tienen miedo a la muerte, los jóvenes no sueñan, no confían en sí mismos, los jóvenes están olvidándose de los ancianos, “los grandes olvidados”, aquellos que son la sabiduría de un pueblo, aquellos que construyeron y trabajaron nuestra tierra. Estamos olvidándonos de amar en lo sencillo, de recuperar la sencillez en lo cotidiano, no tenemos tiempo con esta urgencia de vida, ni si quiera para tener amigos verdaderos.

Nosotros, los cristianos, estamos llamados a hacer lo No Convencional, y no es fácil, ¿cómo hablar de Dios, a personas que ni si quiera creen en sí mismas?, somos cristianos que creemos en Jesucristo como único motor de vida, alguien quien murió realmente por nosotros, un Dios que decide nacer pobre en un pesebre, vivir como pobre y humilde carpintero, y morir humillado con frio y prácticamente desnudo en una cruz. ¿Vemos a Jesús?, no hace falta mirar un crucifijo para verlo, Jesús llora en cada niño que hoy no tiene a su mama, en cada niño que no tiene para comer, en cada abuelo que no tiene compañía, en cada joven que vive con excesos y vicios, en cada adulto que elige caminos equivocados. No se confundan, nosotros somos jóvenes como cualquier otro joven, lloramos, nos entristecemos, nos alegramos, nos equivocamos, caemos, nos levantamos, y soñamos, somos como ustedes, pero con un amigo que no te abandona. San Juan Pablo II decía siempre: “Soy un joven de 83 años”, y eso es la juventud, lo que existe adentro, no lo de afuera. Luego nos decía que debíamos ser santos, actuales, comprometidos, santos de jeans y zapatillas.

Creer, soñar son sinónimos de juventud, y cuando perdemos la confianza, y perdemos la capacidad de soñar, nos convertimos en ancianos de 20 años, no podemos permitir que nos quiten el hermoso momento de la juventud. Le pedimos a la juventud, que no tenga miedo a creer y cumplir sus sueños, enfóquense en lo que significa amar, en lo que significa ver como Jesús miraría, contágiense de la alegría del Evangelio, y aprendan a amar a los abuelos, charlen con ellos, disfruten de la sabiduría de los pueblos. Aprendan a disfrutar más de mama y papa, a escuchar más a los amigos, como también pedimos a los adultos que colaboren y que permitan la capacidad de soñar de sus hijos, colaboren con ese don maravilloso que la vida les da, pero que solo Jesús es la herramienta para conocer lo que nuestro corazón pide a gritos.

Los jóvenes tienen una sola vida y deben aprovecharla. Dios se reveló a nosotros en Jesús. Nada en el mundo es más impactante, emocionante y sorprendente que esto. Todo lo demás es… aburrido sin contemplar ese maravilloso acto de amor.

Jóvenes juéguense la vida por grandes ideales, queremos una iglesia que mueva al mundo, no que se mueva con el mundo.

 

Jonatan Ruiz

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