Adrián y Lautaro se escondieron apenas vieron el uniforme de policía. Se metieron en el humilde refugio que su papá Ricardo les había armado con plásticos y cartones al costado de la autopista Riccheri para que los tres pudieran pasar las noches hasta lograr salir de esa situación de calle, en la que estaban hace tres meses.

Tenían miedo, mucho miedo de que fueran separados de su padre y llevados a algún hogar. La figura que estos chicos de 9 y 12 años vieron fue la de Diego Coronel, un policía bonaerense (CP Norte de La Matanza) que, durante su recorrido matutino, pudo apreciar esta situación, que lo obligó a detener sus tareas y acercarse hasta esa especie de carpa para saber qué había ocurrido, por qué esos dos chiquitos estaban en ese lugar.

Ricardo Godoy y sus hijos recién se habían instalado esa madrugada al costado de la autopista, pero antes habían recorrido varias plazas porteñas, de las cuales debieron mudarse por distintas circunstancias. Pero el destino quiso que armaran su carpa en ese punto, por el que horas más tarde pasaría Diego junto con su compañero Pablo Lobo, quienes no se quedaron con lo relatado por esta familia sino que emprendieron una campaña a la que rápidamente se sumaron un montón de almas solidarias, que les cambiaron la vida a este papá y sus dos chicos.

De estar en la calle, con lo puesto, pasaron a vivir en un departamento en Villa Madero. De recolectar cartones, Ricardo pasó a trabajar en una empresa de construcción que hoy está a cargo del Metrobus del Bajo.

Y los chicos pudieron retomar los estudios en una escuela cercana. Además, y gracias a la gestión de quienes ayudaron, los tres tienen documentos, obra social y todo lo necesario para llevar una vida digna en una nueva casa. Pero hasta llegar a este punto pasó un tiempo, menos de un mes, en el que ni Diego, ni Pablo, ni todas las personas que se sumaron a este proyecto se desentendieron un día del problema.

Si no era uno, era otro, pero a diario, Ricardo y sus hijos tenían su plato de comida y bolsas de ropa para ir armando un nuevo vestuario. Y los chicos también contaban con guardapolvos y útiles para asistir a clases.

En diálogo, Diego, que tiene 34 años, tres hijos y también experimentó la situación de calle durante su adolescencia, detalló todo lo que vivió desde que encontró a los chicos con su padre: “Verlos así me partió el alma. Yo también tengo hijos y he vivido en la calle. Apenas los vi, me puse en campaña”.

A partir de ese día, el policía dio a conocer la situación en redes sociales y rápidamente el caso tomó una importante difusión. “Todos los días le llevábamos la comida con mi compañero. No había horario para pasar. La gente, además, les fue llevando ropa, frazadas y más alimentos”, relató Diego, que hoy sigue pasando por el departamento para ayudar a los nenes con la tarea.

El oficial explicó que para conseguir el departamento, “juntamos la plata entre todos para que ellos pudieran entrar. Mi compañero puso el recibo de sueldo, otro puso la escritura de la casa, y así pudimos hacer el contrato”.

“Yo sé que expuse mi trabajo, pero cuando uno ve a los dos chicos en esa situación, ni lo piensa. Estoy muy agradecido a toda la gente que ayudó. Pasaron cosas muy fuertes en este tiempo, donde las personas se veían reflejadas y se acercaban a ayudar”, cerró Diego, a quien la familia adoptó rápidamente como un integrante más.