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14 de abril de 2016

El gobierno dejó que el cristinismo manejara la seguridad callejera by Guillermo Cherashny

El progresismo cool de Jaime Durán Barba y Marcos Peña se impusieron en la teoría de dejar hacer al cristinismo al punto de que decidieran quién podía entrar o no a los tribunales de Comodoro Py, lo cual da la idea de un estado fallido que no tiene ganas o fuerza de poner orden en las calles. Teniendo todas las fuerzas federales y capitalinas a su disposición, liberó la zona aledaña a Comodoro Py para que La Cámpora les pegara a los periodistas e impusiera su propia ley y decidiendo quién podía cubrir o no esa presión inadmisible contra la Justicia, como si el cristinismo siguiera manejando el país a su antojo.

Acá no vale si la culpa es de Patricia Bullrich, una desastrosa ministra de Seguridad, o si la orden la dio el aficionado Marcos Peña, que dejó que el país viera por TV lo que no pasa en ningún país del mundo salvo en Somalia o Yemen, donde hay zonas donde el estado no maneja todo el territorio del país.

La noticia positiva de que el país puede salir del default quedó en segundo lugar y genera serias dudas sobre si las multinacionales invertirán en un país donde las fuerzas del orden no controlaron y se llevaron cuatro heridos por botellazos y ningún moretón entre los vándalos.

Y por si esto fuera poco, la ex presidente acusó de contrabandista al presidente constitucional y de manejar una ruta de dinero producto del sobreprecio de las obras públicas por parte de su primo hermano Angelo Calcaterra y de su "hermano de la vida" Nicolás Caputo, que es un empresario prebendario beneficiario de sobreprecios de la obra publica y una empresa subsidiada de Tierra del Fuego llamada Mirgor, que recibe televisores, notebooks y celulares Samsung armados, los desarma y los vuelve a armar, mientras el estado subsidia 1500 millones de dólares anuales para no perder el trabajo de los argentinos. Es más, si se subsidiaran los sueldos de los que trabajan en las armadurías de la isla, no costaría ni 150 millones de dólares anuales.

Este complejo de culpa del gobierno, que le teme a un cristinismo en huída, demuestra palmariamente que no sabe ejercer el poder y que, si sigue así, le va a costar mucho gobernar. Pero todavía está a tiempo para poner orden y terminar con los negociados de los amigos del presidente, en una situación donde la recesión y la inflación reinan en el país.

Es difícil aceptar que un gobierno que ganó las elecciones con el 52% y en la primera vuelta con el 34%, casi igual que el cristinismo, no pueda poner en caja a 15.000 personas revoltosas.

Guillermo Cherashny

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