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19 de abril de 2015

Nuestra Señora del Valle, puente entre los pueblos

Entre los años de 1619 y 1620 fue hallada una pequeña imagen de la Virgen en una gruta oculta en el monte agreste de Choya, Provincia de Catamarca. El misterio rodeó por siglos la existencia de esa imagen, que era venerada en secreto por los nativos del lugar. ¿Cómo llegó allí? Nunca se supo.

Este descubrimiento, al impulso de los milagros sorprendentes que se produjeron a partir de la veneración a la Madre del Verbo, suscitó el desarrollo de una advocación que perdura a través de los siglos. Hoy en día, Nuestra Señora del Valle de Catamarca configura un foco de atención de la fe del pueblo Argentino, que junto a la Virgencita de Luján y la Virgen de Itatí, hacen un conjunto que envuelve y enriquece la tradición Mariana de este pueblo.

La Argentina fue fundada desde el norte hacia el sur (partiendo desde el alto Perú), y es por eso que Catamarca fue una zona rica en tradición hispánica desde temprana época. La difícil convivencia del español con los naturales del lugar (Calchaquíes fundamentalmente) hizo que nuestra Madre Celestial decidiera tender un puente entre los pueblos, como lo hizo en Guadalupe y en tantos otros lugares de América.

Dios siempre pone en el camino de los hombres a Su Madre, para que sea Ella la que guíe a sus rebeldes hijos. Y es desde Ella que nacen las más profundas expresiones de amor a Jesús, de devoción popular que dura por siglos y siglos ¡Ese es el mayor signo que caracteriza su Presencia!

El sacerdote, también historiador, Antonio Larrouy, describe a la imagen así: “La muy venerada estatuita de Nuestra Señora del Valle representa a la Virgen Santísima en el misterio de su Concepción Inmaculada; de pie, la media luna bajo sus plantas, las manos juntas ante el pecho, mirando al cielo sonriente”.

En conformidad con una antigua costumbre española, la Imagen fue vestida desde los principios y vestida ha quedado siempre. En la actualidad, encerrada en una vitrina, está envuelta en amplios y lujosos vestidos. No dejan visible más que el óvalo del rostro y las manos que sobresalen de una hendidura de la túnica.

Por decreto Vaticano de 1889 se concede la coronación de la Imagen de la Virgen del Valle de Catamarca en virtud de los innumerables prodigios que realizó en toda la región del noroeste argentino.

Es muy bella y esperanzadora la última parte de la Oración de Consagración a la Virgen: “¡Oh Virgen del Valle! Dame el consuelo de que en la hora de mi muerte, entregue mi alma en tus manos, y sea conducido por ti a la gloriosa inmortalidad. Amén.”

El Papa Francisco nos dice: “La Inmaculada es fruto del amor de Dios que salva al mundo. El misterio de esta muchacha de Nazaret, que está en el corazón de Dios, no nos es extraño. No es Él que está arriba y nosotros aquí. No, no, estamos conectados ¡De hecho Dios posa su mirada de amor sobre cada hombre y cada mujer! Con nombre y apellido. Su mirada de amor está sobre cada uno de nosotros. En esta fiesta, entonces, contemplando a nuestra Madre Inmaculada, bella, reconozcamos también nuestro destino verdadero, nuestra vocación más profunda: ser amados, ser transformados por el Amor. Mirémosla a nuestra Madre, y dejémonos mirar por ella, para aprender a ser más humildes, y también más valientes en el seguir la Palabra de Dios; para acoger el tierno abrazo de su Hijo Jesús, un abrazo que nos da vida, esperanza y paz.”

Horacio Robirosa (*) [email protected]

(*) Voluntario de la Inmaculada Padre Kolbe

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