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19 de enero de 2015

La lucha por mantener la pequeña casilla de Arturo Frondizi en Ostende

María Mercedes Faggionato, sobrina del ex presidente argentino, custodia de “La Elenita”, cabaña construida por él y su familia en 1935 donde veranearon durante cuatro décadas. “Más allá de la buena voluntad, no existe ninguna clase de apoyo”.

Es una casilla de madera, de 32 metros cuadrados, levantada en 1935 por las familias Frondizi y Faggionato, que es mirada con respeto por los turistas que ingresan al balneario “El Faro” de Ostende. Una empalidecida Bandera que flamea avisa que allí hay algo fuera de lo común. La cartelería lo confirma. Se trata de un lugar rico en historia. 
Pintada de verde, tiene un living de entrada, con un escritorio, cuatro camas estrechas usadas como sillones, un dormitorio luego, un baño y una cocina. Es todo. Pero en ese ámbito de notable modestia faltan mencionar los libros, los documentos, las fotos familiares y las de los visitantes que le dieron más lustre aún a “La Elenita”, así bautizada la casa por el ex presidente Arturo Frondizi en recuerdo de su hija, que murió víctima de una enfermedad a los 37 años. Hay dos fotos blanco y negro que muestran a un robusto Carlos Gessel en la casilla junto al entonces joven Arturo Frondizi. 
Los Frondizi –su padre Don Julio, constructor y carpintero; parte de sus trece hermanos, entre ellos Oreste, Silvio, Risieri y Ricardo- así como los Faggionato, emparentados por el casamiento entre Arturo y Elena Faggionato- “preconstruyeron esta cabaña como un mecano en la casa de Villa Urquiza y la trajeron a Ostende, para armarla en 1935”, dice María Mercedes Faggionato, custodia de la casilla, hija de Alfredo y sobrina del ex presidente. 

El desembarco 
La venida de aquellos precursores fue toda una aventura. “El terreno lo habían comprado por plano, como se hacía antes. Era un desierto de arena frente al mar, salvo el hotel Ostende construido por los belgas de Buenos Aires. Se decidió emplazar la casilla casi en la playa. Pero acá también puedo mostrarle estas fotos en donde usted puede ver a los Frondizi bajando libros de un carro, porque eran todos intelectuales y leían en la arena. A veces leían bajo las estrellas, hasta altas horas, iluminados por un farol de noche”. 
“Pero otra vez la acosa el deterioro”, dice María Elena. Tanto la sobrina de Frondizi como la fundación que ella preside no recibieron ni reciben un peso del Estado nacional, ni de la Provincia ni de la municipalidad de Pinamar. “Yo trabajo de administradora de propiedades en Ostende y hace poco vendí a un vecino el jardín de mi casa en un barrio de Buenos Aires, para poder afrontar los gastos de mantenimiento de La Elenita”.

Monumento histórico 
María Mercedes dice sonriendo que la casa fue construida por la “unione e benevolenza” de dos familias de inmigrantes italianos (los Frondizi-Faggionato) y que todo continúa igual con “La Elenita”, una casilla que fue declarada monumento histórico. “Todo es divino, pero la casa se está desarmando”, añade. 
Salvo el caso de escuelas  la casa no recibe visitas. Es muy pequeña, se ingresa por una escalera con cuatro escalones algo desvencijados. Y además, claro, no hay personal para atender como es debido a los eventuales visitantes. 
“Más allá de la buena voluntad, no existe apoyo. La casa se lleva mis recursos personales”, reitera. 
María Mercedes Faggionato vuelve a sonreír: “Mire, Frondizi no tiene una calle que lleve su nombre, no tiene una plaza en todo el país... Pero tiene su recuerdo en esta casita”.

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