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17 de octubre de 2012

Columna de actualidad

Le invitamos a leer la columna de la concejal Graciela Costa
"Proteger la vida de los jóvenes"
(Vaya a la sección leer más)

 

PROTEGER LA VIDA DE LOS JÓVENES

Casi todas las semanas leemos con dolor las noticias que informan sobre accidentes de tránsito mortales, y en muchísimos de esos casos los que perdieron la vida son personas muy jóvenes, de menos de 25 años, sin contar los que logran sobrevivir, pero quedan con lesiones gravísimas de por vida. Los adultos, en tanto, no hacemos demasiado por dar buenos ejemplos en la vía pública. Al contrario, en el orden local basta detenerse a observar en cualquiera de las esquinas de nuestra Ciudad donde funcionan los semaforos para asistir a una muestra práctica de cómo violar las leyes de tránsito.

Si bien la ley existe, lamentablemente los esfuerzos por hacerla cumplir no son suficientes. Volvamos a los jóvenes.

Según cifras provisionales publicadas por Luchemos por la Vida, en 2011 murieron 7517 personas en accidentes de tránsito; esa cifra arroja un promedio mensual de 626 y uno diario de 21 personas, muchas demasiado jóvenes y con muchos años por delante. ¿Y qué hacemos para prevenir tanta tragedia? Los adultos parecemos, como en muchos otros órdenes de nuestra vida, adormecidos ante una realidad que nos golpea duro y nos quita en un segundo lo que más amamos. Sabemos del entusiasmo de nuestra clase dirigente cuando de promover actividades políticas en las escuelas se trata. Pero, considerando el grado de inmadurez que como sociedad demostramos al volante, ¿no sería mejor darle prioridad a la educación vial? ¿Por qué no se la convierte en una materia obligatoria en todos los niveles educativos, adaptada a la edad de los alumnos?

No voy a negar que hay tanto en organismos públicos como privados especialistas muy preocupados en este tema. Pero mientras muchos legisladores dedican esfuerzos para impulsar el voto adolescente, no hacen escuchar su voz con igual intensidad para cuidar la vida de esos mismos jóvenes.

Nos cabe a los adultos la mayor responsabilidad; los padres no debemos dejar nuestra tarea en manos del Estado ni hacernos los distraídos, pero el Estado debe hacer lo suyo: legislar, educar y hacer cumplir las leyes. No hay otro camino si queremos evitar más muertes absurdas.

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