La venida de los Reyes supone regalos, sorpresas, deseos de recibir algún presente. El progreso material individualista  van como limando  el sentido de la comunión, del compartir… “ellos – los Reyes” – abriendo sus cofres dejaron al Niño sus regalos. El encuentro con el Niño lleva a la alegría, a la felicidad, al logro alcanzado y allí uno se desprende porque  descubre que “…Dios quiso nacer entre nosotros, ser uno como nosotros, niño nacido de una mujer "(Jean Vanier).
Celebrar a los Reyes Magos es ponernos como ellos en camino, siguiendo una estrella en búsqueda del Niño, ese Emmanuel – Dios con nosotros-.  Esa estrella que nos guía es la luz de la fe; “… por tanto, es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe. La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor. (…) Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro.  (Lumen Fidei, Papa Francisco). 
Aventurémonos junto a los Reyes para ir al encuentro del  Niño, reconocerlo y adorarlo. “Es en la cercanía y el encuentro donde nace Jesús. Junto a María, a José y los Reyes se hizo posible la cultura del encuentro, esa posibilidad quedó abierta. (…) También nosotros desde la sorprendente Navidad – tenemos como María, José, los pastores y los Reyes – algo para contar sobre este Niño, nuestra fe tiene algo para decirle a un mundo que camina en tinieblas y sombras de muerte: Dios es amor” (Papa Francisco).         
           (*) Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe.